Hay muchas cuestiones que están afrontando los líderes de la Iglesia católica en Estados Unidos: la libertad religiosa, la emergente mayoría hispana, el horror de los abusos sexuales por parte de algunos sacerdotes… Sin embargo, hay otros desafíos muy significantes que afronta la Iglesia. Uno de ellos es la creciente escasez de clérigos.
Mientras que el número de sacerdotes activos varía obviamente de diócesis a diócesis, en general el descenso ha sido sorprendente. De acuerdo con las estadísticas procedentes del Centro de Investigación Aplicada al Apostolado (CARA, por sus siglas en inglés), en Estados Unidos había en 1970 un total de 58.000 sacerdotes, con una media de edad de 35 años. En 2009, el número era de 41.000 sacerdotes, con una media de edad de 63 años. Al mismo tiempo, la población católica continúa creciendo en un ratio de entre un 1 % y un 2 % al año.
Para empeorar las cosas, CARA estima que entre 2009 y 2019, se jubilará la mitad de los actuales sacerdotes en activo. La buena noticia es el número de sacerdotes que se ordenan al año: quinientos. La mala noticia es que esos nuevos sacerdotes sólo reemplazan a la tercera parte de los sacerdotes que se retiran o mueren.
A lo largo de la mayor parte de la historia de la Iglesia católica en Estados Unidos ha habido escasez de sacerdotes nacidos, y la mayor parte de esa escasez ha sido históricamente cubierta por sacerdotes extranjeros. En los últimos años han aumentado los sacerdotes procedentes de África, Asia y América Latina. Aproximadamente el 25 % de los sacerdotes diocesanos que están sirviendo actualmente en Estados Unidos ha nacido fuera del país; pero, debido a las restricciones de la inmigración, lo normal es que permanezcan aquí alrededor de cinco años.
Esta afluencia de sacerdotes extranjeros ha sido una bendición, pero también puede ser un reto. Preparar sacerdotes para servir en un país lejano, diferente en cuanto a costumbres y actitudes, supone un desafío. Otro es preparar a los sacerdotes estadounidenses y a los parroquianos para recibir y comprender a esos sacerdotes extranjeros.
La cuestión que deben afrontar los líderes de la Iglesia católica en Estados Unidos en la próxima década es cómo continuar cubriendo las necesidades pastorales ante la previsible reducción del clero. El incremento de los diáconos permanentes, el aumento de la responsabilidad del laicado en las tareas pastorales y la realización de mayores esfuerzos vocacionales para que crezca el número de seminaristas podrán ser parte de la solución.