“Los niños ayudan a los niños”, este ha sido y es el alma mater de la Obra Pontificia de la Infancia Misionera (conocida antes como Santa Infancia). A veces se cambiaba el verbo y se dejaba “los niños evangelizan a los niños”.
Este año, la Jornada de esta Obra Pontificia, que tendrá lugar el 16 de enero, ha elegido el lema: “Con Jesús a Jerusalén: ¡Luz para el mundo!”
Recordaremos el último detalle conocido de la infancia del Señor: cuando Jesús niño se queda en Jerusalén, contestando e iluminando a los doctores y maestros de la ley. Él es la verdadera Luz del mundo que ilumina a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte.
Hoy hay muchos niños en el mundo que viven en oscuridad, que no tienen la fe, la esperanza, el amor que da el conocimiento de Dios. A ellos también tiene que llegar la alegría de saberse amados por un Dios que es Padre. Son muchos, son la mayoría, son demasiados. Y nosotros podemos ayudarles, y así debemos enseñárselos a nuestros hijos. ¿Os acordáis de Teresita? ¡Sí, la niña misionera! Ella quería ser misionera: “Quiero llevar a Jesús a los niños que no le conocen, para que vayan al cielo felices para siempre, siempre”. Los niños pueden ser misioneros, ser luz para llevar a Jesús a quienes no le conocen. Y lo hacen rezando por los niños que no conocen a Dios; y lo hacen ofreciendo pequeños, o grandes, sacrificios por los misioneros, como hizo Teresita; y lo hacen cuando dan una pequeña limosna para ayudar a las misiones…
Los niños son misioneros cuando hablan con sencillez y con una sonrisa de Dios y de lo que le piden o de lo que le dan gracias en su oración.A veces son ellos los que mejor dan un testimonio grande de fe y de confianza en Dios, y a veces son ellos los que mejor entienden que hay que preocuparse por los demás, que hay que ensanchar el corazón para estar atentos a las necesidades de los demás niños, aunque estén muy lejos.