Los desheredados

Sería ingenuo pensar que podemos vivir en una burbuja, en un mundo paralelo en el que todo lo que ocurre en nuestra sociedad, afectada por el virus woke, no nos afectase.

11 de septiembre de 2023·Tiempo de lectura: 4 minutos
woke

Ha caído en mis manos un libro de un filósofo y político francés, François-Xavier Bellamy, en el que hace un análisis de la situación de los jóvenes actuales, centrándose en por qué es urgente transmitir la cultura a las nuevas generaciones. El título del libro es sugerente: Los desheredados’.

Recojo unos párrafos en el que hace un análisis de la situación de partida:

En nuestras sociedades occidentales se está produciendo un fenómeno único, una ruptura inédita: hay una generación que desiste de transmitir a la siguiente lo que debería darle, es decir, el conjunto del saber, de los puntos de referencia, de la experiencia humana inmemorial que constituye su herencia. Se trata de una conducta deliberada, incluso explícita (…)

Hemos perdido el sentido de la cultura. Para nosotros esta es ya, en el mejor de los casos, un lujo inútil; o peor, un equipaje pesado e incómodo. Por supuesto seguimos visitando museos, yendo al cine, escuchando música; en este sentido, no nos hemos alejado de la cultura. Pero ya no nos interesa más que bajo la forma de una distracción superficial, de un placer inteligente o un recreo decorativo. (…)

Hoy la juventud es indigente de todo aquello que no les hemos transmitido, de toda la riqueza de esta cultura que, en gran medida, ya no comprenden. (…) Queríamos denunciar las herencias; hemos hecho desheredados.

François_Xavier Bellamy, Los desheredados

La tesis del libro, escrito para Francia, es algo que podemos constatar también en nuestro país. Tiene mucho que ver con el movimiento woke que está presente en todo el mundo y que hemos presenciado simbólicamente con la eliminación de esculturas de personalidades claves de la historia occidental, porque no están en las ideas que hoy definimos como políticamente correctas.

Es verdad, hay una relectura del pasado, pero sobre todo hay una visión de que el único parámetro válido es el de la visión de la cultura y la ética marcada por las corrientes culturales actuales. Y es que, siguiendo el mismo viejo esquema revolucionario de siempre, abogan por la propuesta adanista de que todo empieza con ellos, que hay que cortar con todo lo pasado como una carga y dejarlo atrás. Nos plantean que estamos viviendo el año cero de la nueva era de la Humanidad. Ha nacido el nuevo hombre y hemos enterrar el viejo. Tiene todo su tiente de nuevo mesianismo, de alternativa al cristianismo.

Esto tiene unas consecuencias que todavía no podemos imaginar. Hasta ahora la sociedad se planteaba su supervivencia en la transmisión de su legado a las generaciones futuras. La familia era la primera encargada de transmitir todo un esquema de valores y creencias donde fundamentar la vida.

A nivel social, esa función estaba encomendada en gran medida a la institución escolar. Pero tanto en la familia como en la escuela constatamos las grandes dificultades para transmitir esas raíces. Y familias cristianas que han llevado a sus hijos a colegios católicos, que han buscado para ellos grupos de tiempo libre y de formación de Iglesia, se preguntan con cierta amargura en qué han fallado, pues finalmente sus hijos no han acogido ese legado que ellos querían transmitir. Seguro que esta situación no nos es extraña.

Ese gran papa y pensador que fue Benedicto XVI hablaba hace unos años de lo que denominó como ‘emergencia educativa’ y ya entonces hacía referencia a esta situación social.

Se habla de una gran «emergencia educativa», de la creciente dificultad que se encuentra para transmitir a las nuevas generaciones los valores fundamentales de la existencia y de un correcto comportamiento. Una emergencia inevitable: en una sociedad y en una cultura que con demasiada frecuencia tienen el relativismo como su propio credo falta la luz de la verdad, más aún, se considera peligroso hablar de verdad.

Por eso la educación tiende a reducirse a la transmisión de determinadas habilidades o capacidades de hacer, mientras se busca satisfacer el deseo de felicidad de las nuevas generaciones colmándolas de objetos de consumo y de gratificaciones efímeras.

Carta de Benedicto XVI a la diócesis de Roma,

21 de enero 2008

También el papa Francisco nos habla en Christus vivit del riesgo que es para la juventud crecer sin raíces, sin referentes. Nos insiste en la necesidad de unir a estas dos generaciones, a los mayores y a los jóvenes, para poder navegar hacia un futuro con esperanza. El joven y el anciano van en la barca. El joven rema con su vigor, el mayor otea el horizonte y nos ayuda con su sabiduría a dirigir la frágil embarcación de nuestra vida.

Los pastores y los filósofos nos alertan de la deriva de nuestra sociedad. Sin dudad una consecuencia de la crisis profunda que estamos viviendo en este recodo de la historia en el que finaliza una época, la Modernidad, y nos abrimos a otra nueva que todavía desconocemos en gran medida, pero que ya está aquí.

Cabe sanamente preguntarse hasta qué punto nos afecta esta dinámica. Sería ingenuo pensar que podemos vivir en una burbuja, en un mundo paralelo en el que todo esto no nos afectase. Por nuestros hijos y por el bien de la sociedad hemos de tomarnos muy en serio este reto.

Tenemos que trabajar de una forma consciente y sistemática por mantener el legado de nuestra cultura, de la visión antropológica, del sentido de la historia que nos han constituido.

Tenemos que pasar la herencia que en su día recibimos, a nuestros hijos. Una herencia y un patrimonio que es un verdadero tesoro.

El autorJavier Segura

Delegado de enseñanzas en la Diócesis de Getafe desde el curso 2010-2011, ha ejercido con anterioridad este servicio en el Arzobispado de Pamplona y Tudela, durante siete años (2003-2009). En la actualidad compagina esta labor con su dedicación a la pastoral juvenil dirigiendo la Asociación Pública de Fieles 'Milicia de Santa María' y la asociación educativa 'VEN Y VERÁS. EDUCACIÓN', de la que es Presidente.

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