FirmasMane Cárcamo

Lo que aprendí de Dominga sobre la fe y la vida

Dominga ha encontrado, en su simpleza y naturalidad, el camino al que tal vez grandes intelectuales y metafísicos nunca llegaron, pero gracias a ella muchas personas descubrimos el rostro de Cristo.

19 de febrero de 2025·Tiempo de lectura: 2 minutos
dominga

Antes de escribir estas líneas le pregunté a la protagonista si me autorizaba y me dijo que sí. Lo pensó poco rato y le pareció bien. Se llama Dominga, tiene 16 años y le encanta hacer coreografías en Tik Tok, algo que su mamá veía muy lejano, porque cuando nació su hija, no existía esa red social y porque Dominga tuvo que hacer mucha terapia para caminar. “Domi,” como le dicen sus cuatro hermanos, es la única hija mujer. El embarazo de su mamá fue normal, y cuando nació Dominga miró de manera sostenida a sus padres, casi intimidándolos “¡Nos dará trabajo esta niña!” dijeron en broma mientras la familia celebraba su llegada, aunque no sabían que esa frase sería totalmente verdadera. Al cumplir un año Domi era una niña sana, pero ya había ido a más de seis especialistas. Lo que aparentemente parecía ser sinónimo de una “hija tranquila”, comenzó a preocupar a su doctora de cabecera. Comía poco, dormía mal y no cumplía con los hitos del desarrollo. La historia es larga y debo resumirla. Les hago un spoiler; Dominga tiene una discapacidad intelectual que la hace ver el mundo distinto a sus hermanos y hay cosas que le cuesta más entender. También hay otros aspectos de la vida diaria que no le son fáciles, como abotonarse una camisa en el cuello o calcular el vuelto del pan al comprar en un almacén. 

A su mamá, que soy yo, también hay cosas que le han costado. Tener una hija diferente te hace explorar lugares muy insospechados y también reformular la película que tenías armada para tu vida. Los “logros” que no llegaron, las fotos que no colgarás en tu pared (porque simplemente son cosas que no ocurrirán) y las preguntas sobre el futuro que nos hemos tenido que hacer de manera anticipada. Hay un duelo, es muy sano y hasta liberador asumirlo. Dominga también me ha enseñado cosas tan profundas como divertidas. Tiene una fe muy grande y, después de comulgar, se recoge de una manera que me impresiona. Es olímpica para pedirle cosas a Dios; quería otro integrante en la familia y ahí estaba yo teniendo a mi quinto hijo a los 42 años cuando ya había olvidado que existía Peppa Pig y los chalecos salvavidas para nadar. Cuando la veo rezando pienso “Qué será lo que está pidiendo, ¡qué miedo!”. Sus peticiones a veces también son insólitas, como un iPhone 13 o que la dejemos hacerse un piercing. Pero si lo pensamos bien, Dominga es la más sabia… trata a Dios como un papá con cariño y cercanía. Y espero que, como hasta ahora, sostenida de mi mano la pueda seguir guiando en un mundo con obstáculos, aunque sea ella la que me enseñe la ruta del camino para ver el rostro de Jesús con tanta nitidez y paz.

El autorMane Cárcamo

Periodista chilena.

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