Se cuenta que Steve Jobs, uno de los fundadores de Apple, viendo uno de esos ordenadores pioneros que ocupaban edificios enteros y que sólo utilizaban la NASA e instituciones así, pensó que algún día esos artilugios tendrían un uso doméstico, la gente los llevaría en sus bolsillos y cambiarían el mundo. Cincuenta años después, ¿quién no tiene un ordenador personal y un teléfono móvil? Ya no podemos vivir sin ellos.
Colón vio que viajando hacia el oeste llegaría a las Indias. Es verdad que no vio que en medio había otro continente, pero ¿mereció o no mereció la pena su aventura? ¡Fuego he venido a traer a la tierra! y, ¿qué quiero sino que ya arda?, decía el Señor. Las grandes epopeyas tienen origen en sueños grandes, no pequeños.
Es verdad que los sueños se pueden quedar en nada, o fracasar, pero si no los tenemos, nunca lo sabremos.
Dublineses es una película antigua, que me encanta y recomiendo. Está basada en un relato de James Joyce llamado Los Muertos. Durante una cena celebrada en el día de la Epifanía de 1904 en una casa señorial de Dublín, el poder evocador de la música, la poesía y las viejas historias contadas hacen que Greta le confíe a su marido Gabriel el amor de juventud que sintió por un joven, Michael Fury, que murió de amor, tras pasar la noche plantado ante la ventana de Greta al enterarse de su marcha a Dublín.
Es más seguro y más cómodo no tener sueños. Languidecer de rutina. Pero es apasionante vivir cada día cuando uno tiene una visión grande.
“Es mejor pasar a ese otro mundo impúdicamente, en la plena euforia de una pasión, que irse apagando y marchitarse tristemente con la edad”, reflexiona Gabriel contemplando la mirada perdida de Greta al recordar a Michael Fury.
Es más seguro y más cómodo no tener sueños. Languidecer de rutina. Pero es apasionante vivir cada día cuando uno tiene una visión grande.
Alguien dijo de la visión que es “una imagen del futuro que produce pasión en nosotros”. El mismo Steve Jobs dijo que “si estás trabajando en algo interesante, que realmente te importa, no necesitas que te empujen, porque la visión te impulsará”.
¿Cuál es la visión tras la que va mi parroquia? ¿Por qué y para qué hago todo lo que hago? A veces parece que las parroquias están movidas por una visión corta, o incluso por ninguna visión, simplemente por el hacer lo que se tiene que hacer y siempre se ha hecho. Sin una visión del futuro que apasione, no se arriesga, no se emprende, no se es audaz.
Me encanta la historia de san Josemaría cuando, ante tres chavales que asistieron a un retiro, no veía solo a tres sino a tres mil, trescientos mil, tres millones… y creo que es parecido a lo que le pasaba al Señor: …Vendrán de oriente y de occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el Reino de Dios…
Atrévete a formular una visión para tu parroquia. Lo mejor es preguntarle a Dios: ¿cuál es tu visión? Y cuando percibas cuál es la visión de Dios, entonces hacerla tuya. El primer paso, después, consistirá en compartir esa visión con otros. ¡Qué buen programa de trabajo para un consejo pastoral!, ¿verdad? En vez de juntarnos para esas reuniones aburridas e intrascendentes, juntarnos para rezar y soñar, para crecer en la visión, llenarnos del Espíritu Santo y luego salir afuera, llenos de fe, audacia y entusiasmo, a cumplir con nuestra misión.