Tiene fecha del 15 de mayo, solemnidad de Pentecostés, y cuenta con la aprobación expresa del Sumo Pontífice Francisco, en Audiencia concedida al Prefecto de la Congregación el 14 de marzo del presente año. Se trata, pues, de un documento que participa del magisterio ordinario del sucesor de Pedro.
En este caso, concurre además una circunstancia que aumenta el interés de la Carta: es el primer documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe aprobado por Francisco en su pontificado. El objetivo del texto es “recordar, a la luz de la relación entre dones jerárquicos y carismáticos, los elementos teológicos y eclesiológicos cuya comprensión puede favorecer una participación fecunda y ordenada de las nuevas agregaciones a la comunión y a la misión de la Iglesia”. Tras repasar los elementos fundamentales de la doctrina sobre los carismas en la Escritura y en el Magisterio, ofrece elementos de identidad de los dones jerárquicos y carismáticos y aporta algunos criterios para el discernimiento de los nuevos grupos eclesiales. Aunque el interés se centra en estos nuevos grupos, los fundamentos doctrinales que recuerda la Carta son de enorme importancia para comprender de manera correcta la relación entre el ministerio apostólico y la vida consagrada.
Frente a quienes erróneamente han pre- sentado la relación en la Iglesia entre la dimensión institucional y la carismática en términos de contraste o contraposición, el Magisterio desde san Juan Pablo II ha insistido en que ambas dimensiones son igualmente esenciales (co-esenciales) para la constitución divina de la Iglesia fundada por Jesús. La coesencialidad no se debe entender a modo de una vía con dos rieles paralelos, sino como surco único en el que anchura y profundidad –aun distinguiéndose– son inseparables, pues, como afirmaba Benedicto XVI, “en la Iglesia también las instituciones esenciales son carismáticas y los carismas deben institucionalizarse de un modo u otro para tener coherencia y continuidad”.
El último documento de la Congregación para la Doctrina de la Fe aparece así, en tiempo y contenido, como el pórtico que permite entrar en la lectura coherente de algunas intervenciones recientes del Papa. La Carta Apostólica Los bienes temporales, sobre algunas competencias en materia económica y financiera, ofrece nuevas directrices para una mayor transparencia en la administración del patrimonio de la Santa Sede. La Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere, sobre la vida contemplativa femenina, a la vez que desea expresar aprecio, alabanza y agradecimiento por la vida consagrada y la vida contemplativa monástica, ofrece disposiciones sobre doce temas que deberán incorporarse a las Constituciones o Reglas de cada uno de los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica: formación, oración, Palabra de Dios, Eucaristía y Reconciliación, vida fraterna en comunidad, autonomía, federaciones, clausura, trabajo, silencio, medios de comunicación y ascesis. El día 4 de agosto, descrito por Francisco, como el día de “un jesuita entre frailes”, el Papa se ha dirigido, por la mañana, a los Dominicos en el encuentro con el Capítulo General de la Orden de los Frailes Predicadores, y por la tarde, a los Franciscanos en la visita a la basílica de Santa María de los Ángeles, en Asís, con ocasión del VIII Centenario del “Perdón de Asís”. Tras la pausa de julio, han vuelto las catequesis en las audiencias de los miércoles centra- das de nuevo en el Año de la misericordia.
La Iglesia ha vuelto a mostrar su rostro rejuvenecido en la Jornada Mundial de la Juventud, concebida por Francisco como “señal profética para Polonia, para Europa y para el mundo”, una señal de esperanza llamada fraternidad, de la que tan necesitada está hoy nuestro mundo en guerra.
Licenciado en Medicina y cirugía por la Universidad de Santiago de Compostela. Profesor de Eclesiología y de Teología pastoral en el departamento de Teología sistemática de la Universidad de Navarra.