Acabo de asistir a la IV cumbre internacional sobre Demografía, celebrada en Budapest bajo este sugerente y desafiante título. Nos encontramos en un contexto de invierno demográfico sin precedentes en toda Europa, cuyo trasfondo no está sólo en el cambio de valores en nuestra sociedad, sino también en un claro desajuste en las políticas de empleo femenino y las medidas de conciliación trabajo y familia en todo el continente.
Hay quienes pretenden convencernos de que “lo sostenible es no tener hijos”. Sin embargo, como afirma el Papa Francisco en la encíclica Laudato si’, el crecimiento demográfico es plenamente compatible con un desarrollo integral y solidario; de modo que achacar los problemas de sostenibilidad al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos, es un modo de no enfrentar los problemas (n. 50).
La creciente mentalidad consumista de occidente ve en los hijos una complicación a evitar a toda costa, para disfrutar la vida a tope. Los llamados “dinkis” (double income no kids) son creadores de tendencia, mientras las familias con hijos –especialmente si son más de dos- son observadas con aprensión y desconfianza, como si fuesen unos irresponsables. Sin embargo, no son pocas las parejas que desearían tener hijos, pero de hecho no los llegan a tener, o no llegan a tener los que les gustaría. Hemos de preguntarnos por qué se pospone indefinidamente esa decisión y poner en marcha medidas enfocadas a remover esos obstáculos.
No tiene sentido luchar por crear una sociedad mejor, más justa, más humana, si no estamos pensando en quienes puedan habitarla.
Montserrat Gas
Hungría lleva más de una década dando ejemplo de que es posible poner en marcha políticas de familia efectivas, con ayudas reales a la estabilidad de la vida familiar (con interesantes políticas de vivienda y de conciliación entre vida laboral y familiar) y que están logrando un aumento de la natalidad, que es la auténtica vía para la sostenibilidad de una sociedad. Este país ha logrado, según datos del 2020, mejorar los indicadores de empleo y a la vez las tasas de fecundidad alcanzando los 1,55 hijos (en claro contraste con la media española, de 1,18). El secreto en nuestra opinión no es otro que escuchar las necesidades reales de las parejas jóvenes y responder a los motivos del enorme gap entre la fertilidad real y la deseada.
No tiene sentido luchar por crear una sociedad mejor, más justa, más humana, si no estamos pensando en quienes puedan habitarla. Una sociedad sin niños es una sociedad sin futuro. En España, y en la mayor parte de Europa, nuestros gobernantes llevan décadas haciendo caso omiso de esta obviedad. Es muy llamativo que esta creciente tendencia a la infecundidad no haya sido objeto de un análisis riguroso, para poner en marcha políticas públicas eficaces. Un signo claro de que hay un auténtico deseo de regeneración política debería mostrarse dejando de lado los intereses ideológicos y de partido, para abordar con seriedad los auténticos problemas de una sociedad sostenible, que desea tener futuro.
Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.