La pandemia del Covid-19 está resultando larga y multifacética: nos ha afectado de manera global y nos ha puesto a prueba a nivel personal y familiar. Para la gran mayoría de las personas la pandemia está suponiendo una amenaza en muchos ámbitos de la vida, como la salud, la economía, el estilo de vida (personal, familiar y social), etc. Y tiene como consecuencias un aumento de la tensión y de las preocupaciones, con importantes implicaciones de salud.
Nos encontramos ante una crisis en toda regla, que amenaza globalmente el futuro inmediato de nuestra sociedad, y a la que hemos de hacer frente con todos los recursos disponibles. No nos debe sorprender que los más útiles y eficaces en circunstancias como éstas no son precisamente los medios materiales. En los contextos de crisis se utiliza con frecuencia el concepto de resiliencia, definida por los expertos como la capacidad de adaptarse positivamente a un contexto de adversidad, saliendo fortalecidos de ella.
Pero ¿cómo desarrollar esa actitud para lograr salir de esta crisis mejores de lo que hemos entrado? Estudios recientes sostienen que la religiosidad tiene un papel muy positivo en el desarrollo y mantenimiento de conductas resilientes, favoreciendo además la calidad de vida de las personas. Sabemos que la espiritualidad es una necesidad del ser humano, pero quizá no somos conscientes de que en situaciones adversas se convierte en un recurso que favorece el bienestar emocional y nos ayuda a sacar fuerzas del contacto directo con el sufrimiento. Las creencias religiosas proporcionan apoyo y estabilidad, además de brindar un sentido último que aporta coherencia y seguridad a la vida de las personas. El Instituto de Estudios Superiores de la Familia de UIC Barcelona ha comprobado, en una investigación realizada en los inicios de la pandemia del COVID-19, que también en este contexto de crisis sanitaria en España se produce esta relación positiva entre la religiosidad y la resiliencia de las personas. El estudio muestra además que algunos antecedentes que favorecen esta reacción positiva ante la crisis son unas buenas relaciones familiares.
Ante el panorama cultural postmoderno, caracterizado por un alto desarrollo tecnológico y por un creciente vacío existencial y un individualismo que lleva al aislamiento, se vuelve a confirmar que la espiritualidad es la mayor rebeldía del ser humano, como afirmaba San Josemaría Escrivá. La que nos ayuda superar las limitaciones, fracasos y crisis inherentes a la existencia y nos devuelve el auténtico sentido de la vida personal y familiar.
Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.