La Doctrina Social de la Iglesia: guía y base para la vida de las Hermandades

En las hermandades se han de fomentar y vivir de modo especial los valores fundamentales de la vida social: la verdad, la libertad, la justicia y la caridad; esa es su misión. Por eso, la Doctrina Social de la Iglesia parece especialmente elaborada para ser puesta en práctica en la vida de hermandad.

14 de julio de 2022·Tiempo de lectura: 3 minutos
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El hombre llega a su plenitud solamente en sociedad. La naturaleza humana es la única que necesita de la relación social para completarse. Así lo explica el Libro del Génesis, al comienzo de la Biblia: «No es bueno que el hombre esté sólo» (Gén. 2.18), precisa vivir en sociedad, relacionarse con los demás para alcanzar su pleno desarrollo como persona. Creada a imagen y semejanza de Dios (Gén. 1. 26-27) la persona humana está llamada desde el principio a la vida social.

A esta misma conclusión llegaron, desde la razón, Platón (La República) y Aristóteles (La Política). Retomados siglos más tarde por San Agustín y Santo Tomás de Aquino respectivamente y enriquecidos por la Revelación, están en la base del sentido de la vida y de las convicciones morales de Occidente, de la cultura europea.

No ha sido pacífica la continuidad de esa línea de pensamiento. Autores, quizá sobrevalorados, como Hobbes (S. XVII) o Rousseau (S. XVIII), pusieron en duda esta cualidad diferencial de la persona, su necesaria sociabilidad. Puede que sus planteamientos no tuvieran mucha consistencia, pero abrieron el camino a otros modelos de pensamiento, a partir de la Ilustración (S. XVIII), que basan los ideales de la vida personal en la naturaleza y la razón, sintetizadas en la ciencia. La religión, la Revelación, queda fuera del ámbito social, encerrada en la conciencia de cada uno y sin legitimidad para proponer su visión del hombre y la sociedad.

A partir de aquí se inicia una dinámica vertiginosa. Comienza con la aportación desenfocada de las ciencias modernas que ponen en cuestión la dignidad y libertad de las personas y que desemboca en la postmodernidad, categoría que engloba a distintos totalitarismos de uno otro signo, que tratan de reescribir la naturaleza humana y su dignidad e imponen la cancelación civil de quienes se atreven a pensar en libertad sin asumir el relato oficial, que en eso se resume la cultura woke.

La Iglesia no ha permanecido indiferente a estas corrientes contraculturales que reducen la dignidad de la persona. La primera encíclica papal corrigiendo la deriva política y filosófica de la época moderna fue la de Gregorio XVI, Mirari vos (1832); a ésta seguiría la encíclica Quanta cura (1864) de Pío IX, sobre ciertas formas de liberalismo, y la Pascendi (1907) de Pío Xcontra el modernismo.

A partir de aquí la producción doctrinal pontificia es continua. Todo ese material, en forma de encíclicas, alocuciones, cartas, exhortaciones apostólicas, discursos y otras intervenciones, ha ido conformando un sistema con gran coherencia interna. A comienzos de este siglo (2004), a instancias de Juan Pablo II, toda esa doctrina, sistematizada y ordenada por epígrafes, es recogida en el Compendio de Doctrina Social de la Iglesia (DSI), un manualque no pertenece al campo de las ideologías, sino al de la teología moral, para orientar la conducta de las personas y de las organizaciones de personas en todos los aspectos de la vida social.

Si la Doctrina Social de la Iglesia tiene como finalidad orientar el comportamiento de las personas en orden a su pleno desarrollo, cualquier asociación o grupo social debe sentirse concernido por ella, especialmente las hermandades. En ellas se han de poner los medios para que el hombre sea introducido por Cristo en la vida Trinitaria de Dios y participe de su comunión de vida y amor, junto con los demás hombres en la comunión de los santos. «Que todos sean uno como Tú y Yo somos uno» (Jn. 17, 1-22).

En las hermandades se han de fomentar y vivir de modo especial los valores fundamentales de la vida social: la verdad, la libertad, la justicia y la caridad; esa es su misión. Si una hermandad cortara las raíces internas de su socialitas, o viviera alejada de la comunión con Dios en la Trinidad, su estructuración como grupo social se desnaturalizaría y desmoronaría. Ya no sería un grupo social, un espacio de humanización, sino un ambiente adictivo que se resuelve en la dialéctica poder-oposición; que proclama la libertad, pero en la que el egoísmo prima sobre el bien común; que se centra en un activismo a corto plazo. Sin el recurso a un Dios verdadero que garantice la individualidad y la sociabilidad, la hermandad oscilaría entre el vacío de la soledad individualista y las falsas identidades.

En cada uno de sus apartados la Doctrina Social de la Iglesia parece especialmente elaborada para la vida de hermandad. Merece la pena conocerla, vivirla y difundirla.

El autorIgnacio Valduérteles

Doctor en Administración de Empresas. Director del Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme Hermano Mayor (2017-2020) de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo, en Sevilla. Ha publicado varios libros, monografías y artículos sobre las hermandades.

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