Una noticia que pudo pasar inadvertida en su día fue la reanudación de la causa de beatificación de Isabel la Católica por parte de la Conferencia Episcopal Española, a petición del Papa Francisco. En la última asamblea de la Comisión Pontificia para América Latina, según contó el Cardenal Cañizares, se trató el tema de la mujer en la Iglesia, y fue cuando Francisco animó a retomar un proceso paralizado desde hace años.
El proceso de beatificación de la Reina Isabel sufrió un parón en 1991 (justo antes del V Centenario del Descubrimiento de América), alegando la expulsión de los judíos de España como principal razón.
En octubre de 2018 se celebraron sendos simposios, en Valladolid y Granada, sobre la figura de la Reina, quien junto con su esposo, Fernando el Católico, tuvo un papel esencial en el final de la Reconquista y el Descubrimiento de América.
Actualmente hay una circunstancia muy favorable y es la concesión de la nacionalidad española a los sefardíes realizada por el Gobierno anterior, pues fue una injusticia histórica que se ha reparado.
Las palabras del Papa pueden suponer el impulso definitivo a una beatificación que sigue siendo polémica pero que podría darse de la mano del primer Romano Pontífice americano de la historia.
El gran historiador francés Jean Dumont sentencia sobre nuestra protagonista en su excelente obra La Incomparable Isabel la Católica: “La santidad de Isabel ha quedado establecida, sin discusión posible, en los 28 gruesos volúmenes de documentos que ha reunido el postulador de su Causa de beatificación, el padre Anastasio Gutiérrez”.
La célebre reina del siglo XV amaba la música, la poesía y el teatro y era al parecer una excepcional amazona. Pero ante todo, Isabel amaba a Dios y al prójimo. Empezando por su propio marido, el Rey Fernando, con quien se desposó tras la muerte repentina de su primer pretendiente, y siguiendo por cualquiera de sus súbditos, sin excluir al último de ellos.
Sobre la llamada “expulsión de los judíos» se ha argumentado que se trató en realidad de una especie de suspensión del permiso de permanencia en España, como se hizo en todos los países europeos, sin que ello representase injuria alguna y mucho menos antisemitismo por parte de la Reina, en contra de lo que se ha dicho y escrito.
Sobre la reconquista de Granada, Isabel y Fernando no hicieron sino coronar una empresa que comenzó en el año 718 en Covadonga y que tenía como principal objetivo la defensa de la fe católica.
Por su parte, el problema de la Inquisición ha sido generalmente enfocado “desde un falso planteamiento”, como denuncia el postulador Anastasio Gutiérrez, sin que los historiadores se hayan detenido en la verdadera razón que puso en marcha todo el aparato inquisitorial del Reino de Castilla: el fenómeno religioso de los “conversos”.
Isabel fue, según todas las pruebas documentales existentes, una Reina prudente y justa; una madre que padeció terriblemente a causa de la irreparable pérdida y el sufrimiento de sus hijos; una mujer que amaba profundamente a su esposo; y una hija de la Iglesia que defendió la fe católica hasta su último aliento.
Es ejemplar la fortaleza de una mujer que tuvo que enfrentarse al sufrimiento desde muy joven. La muerte de su hermano con tan solo 15 años, el atentado contra la vida de su marido Fernando de Aragón o la muerte prematura de su heredero, el príncipe Juan, y de su primogénita Isabel, así como el auténtico calvario soportado con su hija Juana, fueron algunas de las pruebas a las que se enfrentó durante su vida.
Es notoriamente conocido que fue la evangelización el principal motivo del respaldo de la Reina Isabel al viaje a América y gracias a ella rezan a Dios en español 500 millones de personas.
Caracterizada por su celo apostólico, en las primeras reuniones que mantuvo con Cristóbal Colón la soberana quedó impresionada ante las posibilidades que el proyecto ofrecía a la extensión de la fe católica.
“Religiosísima, como un sacerdote entregado al culto de Dios, de la Virgen, de los santos… Dada a las cosas divinas mucho más que a las humanas». Así describía a nuestra monarca el encargado de la Capilla Real, Lucio Marineo Sículo.
El suyo es uno de los muchos testimonios directos de las virtudes que, en grado heroico, vivió Isabel de Castilla y que repasa la Causa de Beatificación: desde la fe, esperanza y caridad, hasta la humildad, fortaleza, templanza, justicia y prudencia.
España, que tanto ha contribuido de manera positiva al devenir de la historia universal, ha tenido muchos buenos reyes y reinas a lo largo de los siglos. Sólo dos han sido canonizados hasta la fecha: San Hermenegildo y Fernando III el Santo.
La beatificación de la Reina Isabel sería no solo un reconocimiento a su santidad de vida, sino también un homenaje al papel de nuestro país desde sus orígenes en defensa de la fe cristiana.
Habrá a quien todo esto le parezca algo del pasado, pero no lo es. Durante demasiado tiempo hemos convivido con la “leyenda negra” que han difundido nuestros enemigos, persuadiendo de ella incluso a muchos españoles.
Por supuesto que en la historia de España se han cometido errores, como en la de cualquier país que haya tenido la importancia histórica del nuestro.
Pero también es legítimo y saludable que todos conozcan las contribuciones insustituibles que hemos realizado en el devenir histórico. La doctrina de los derechos humanos, que tiene su origen en la Escuela de Salamanca del s. XVI y que tanto tiene que ver con el carácter cristiano de nuestra nación, no es la menor de ellas. Y conocer mejor la personalidad y obra de la Reina Isabel podría ser un excelente estímulo en los momentos actuales, así como un buen modelo para nuestra futura Reina Leonor.