Hace unas semanas que Francisco abrió la Puerta Santa de la basílica de San Pedro y uno de los temas que más aparecen en la prensa son los números sobre la (supuesta) poca participación. Es importante hablar de los datos reales, y no crear leyendas: en la ceremonia del día 8 de diciembre participaron 50.000 personas. No fue un eco “masivo”, como hace algunos años. La sensación en el ambiente mediático es la de un “flop”, porque no se han cumplido las previsiones.
Una primera pregunta es: ¿quién hizo esas previsiones, y cómo? Después del sorpresivo anuncio del Papa Francisco en marzo, empezaron las especulaciones sobre los datos: “millones de peregrinos”, Roma “invadida” por fieles de todo el mundo, el riesgo de un desastre organizativo por falta de tiempo… Es decir: la gran expectativa ha sido sobre todo debida a especulaciones, tal vez sin fundamento. Un segundo elemento es lo ocurrido el 13 de noviembre en París, y sus consecuencias en la vida cotidiana alrededor del Vaticano y de las otras basílicas: el miedo a ataques terroristas ha representado una razón para no viajar a Roma. El multiplicarse de controles de seguridad es ahora una dificultad que ralentiza el curso normal de una peregrinación religiosa.
Pero el elemento mas importante es la masiva difusión que el Papa quiso sea el rostro fundamental de este Jubileo: en cada diócesis y santuario se han abierto Puertas Santas: no es necesario ir a Roma para vivir en plenitud el Año Santo. Y por eso Francisco ha querido limitar los “eventos” romanos. El balance final del Jubileo no se hará a partir de los números de los que han pasado por la Puerta de la basílica de San Pedro. Se hará con los números escondidos de los que han vivido este Año de la Misericordia acercándose al confesionario. Y estos, gracias a Dios, no son datos mediáticos; pero son bien conocidos en el Cielo.