Leyendo la obra de Charles Taylor La era secular vuelvo a la reflexión sobre el humanismo exclusivo que prescinde de Dios en el que estamos inmersos, y sobre nuestra posición como cristianos en esta sociedad.
El tema me parece relevante. Hace unos años escuché a un político que el lugar de la religión en esta sociedad desencantada en la que la ciencia había aportado una explicación racional al mundo era el de ofrecer un sentido último a nuestro hacer y ser en la sociedad. Decía este político que la religión tenía sentido porque todavía no se había encontrado otra manera de llenar ese sentido de la vida.
He de reconocer que ese ‘todavía’ me pareció en parte preocupante y en parte un tanto soberbio. No porque crea que realmente la dimensión espiritual pueda llenarse con sucedáneos y que lo religioso vaya a ser apartado de ese su último reducto de utilidad que le quedaría. Sino porque en torno a esa pretensión intuyo que se está construyendo una propuesta que quiere ocupar ese reducto del alma.
Plantea el filósofo canadiense que ese humanismo exclusivo sin Dios ‘deberá producir algún sustituto del ágape, deberá llevar una beneficencia humana.
Tengo la sensación de que esto es lo que se está jugando en este momento en la secularización de nuestro mundo. La agenda 2030, los objetivos por el desarrollo sostenible, el movimiento ecologista se presentan como un objetivo común que nos trasciende. Tiene algo de esa beneficencia humana que decía Taylor. Las aspiraciones de la Humanidad están marcadas por una agenda internacional perfectamente programada por personas que tienen diseñado el paraíso sostenible en el que viviremos felices. El afán de lucha revolucionario ha sido encauzado desde las más altas instancias. La historia tiene un sentido que vamos descubriendo paso a paso, en etapas consecutivas, que van del veintetreinta al veintecincuenta.
Piénsenlo bien. El feminismo, el animalismo, el igualitarismo de género no son solo opciones políticas. Se han convertido para las personas que lo defienden el sentido de su vida. Ocupan el lugar de la religión. Aquello por lo que vivir, que le trasciende a uno. Aquello por lo que luchar. Sin esas luchas su vida dejaría de tener sentido. No, no son simples opciones políticas. Tienen un aire de mesianismo que acaban prometiendo un mundo feliz, o incluso como en el caso del transhumanismo, la vida eterna.
En esta visión de la vida lo religioso queda reducido a un elemento auxiliar, que puede ser incluso útil, para conseguir ese fin más alto al que todos tenemos que cooperar. Lo religioso queda minimizado, subordinado y puesto al servicio del sistema.
El proceso de secularización afronta así una nueva etapa en la que el hecho religioso ya no es necesario porque el humanitarismo ha conseguido encontrar un sentido para la vida de las personas y de la sociedad dentro de su propia lógica. Estamos en el punto que Robert Hugh Benson describió magistralmente en 1907 en su novela Señor del mundo.
Realmente estamos ante una jugada con pretensión de jaque mate a la religión.
Atentos a qué ficha movemos nosotros.
Delegado de enseñanzas en la Diócesis de Getafe desde el curso 2010-2011, ha ejercido con anterioridad este servicio en el Arzobispado de Pamplona y Tudela, durante siete años (2003-2009). En la actualidad compagina esta labor con su dedicación a la pastoral juvenil dirigiendo la Asociación Pública de Fieles 'Milicia de Santa María' y la asociación educativa 'VEN Y VERÁS. EDUCACIÓN', de la que es Presidente.