Inteligencia Humana en tiempos de Inteligencia Artificial

La pregunta nos afecta a todos, creyentes o no: ¿Qué diferencia la inteligencia artificial de la inteligencia humana? ¿Qué es esencial a la inteligencia humana?

10 de octubre de 2023·Tiempo de lectura: 5 minutos
Escuela de Atenas

Cuadro "Escuela de Atenas" de Rafael (Wikimedia)

La imagen del famoso cuadro de Rafael “La Escuela de Atenas”, con Platón señalando al mundo de las ideas y Aristóteles extendiendo la palma de su mano sobre el mundo, me sorprendió en la pantalla de mi tablet al conectarme. Les pondré en contexto. Como casi todos los viernes, ayer, pasado el mediodía, me conecté a un encuentro virtual organizado por el “Movimiento Actitud Emprendedora”. En esta cita en vivo nos encontramos un grupo de 50-100 profesionales de todo el mundo (desde Toronto a Emiratos) y, guiados por Jesús Hijas, afrontamos temas de creatividad, emprendimiento, humanismo y tecnología. 

La cita del pasado viernes me resultaba, si cabe, más relevante de lo habitual. El tema que nos juntaba a las mentes inquietas era relativo a la Inteligencia Artificial (AI, artificial intelligence) y el aprendizaje. Probablemente todos conocemos a profesores o educadores que se han enfrentado en los últimos meses al desafío de la integración de la AI. Alumnos que no escriben ensayos, sino que los copian de «ChatGPT», y profesores que se preocupan por la decadencia del proceso de aprendizaje han sido el tema de conversación en los entornos educativos el último año. 

El temor de muchos que nos dedicamos a la educación es que la pereza de algunos alumnos los lleve a evitar “pensar” para pasar a preguntarle a la AI. Y ese miedo tiene una cierta justificación.  Pero también está la posibilidad de hacer un uso humano de las herramientas de AI. Y no faltan iniciativas y propuestas para ello. Seguro que conocemos también a algún entusiasta de la AI, que no para de comentar los últimos avances que “nos van a cambiar la vida”. 

El cuadro de Rafael nos puede servir como brújula para encontrar el camino en este maremágnum de alternativas. Con Platón recordamos “el Mito de la Caverna”: de la necesidad de escapar de un submundo que no nos permite ser libre, y salir al mundo de las ideas, que son lo más valioso (no muy distante de la trama está “The Matrix”). El idealismo platónico nos recuerda que aprender es ascender al mundo de las ideas y que ahí se encuentra nuestra propia identidad. Por eso Platón apunta con el índice hacia arriba. Por su parte, Aristóteles está convencido de la necesidad de aprendizaje en otro sentido. No dice que aprender sea algo que debemos esforzarnos por hacer, si no que de forma natural (literalmente, por nuestra propia naturaleza) tendemos a buscar el conocimiento y a aprender. No en vano, comienza la “Metafísica”, con estas líneas: 

Todos los hombres tienen naturalmente el deseo de saber. El placer que nos causa las percepciones de nuestros sentidos es una prueba de esta verdad. Nos agradan por sí mismas, independientemente de su utilidad. 

En este sentido podemos pensar en los educadores agobiados por la llegada de la AI, y decirles: tu alumnado desea aprender. La pregunta es ¿estás colaborando a desarrollar esos deseos? ¿cómo activas el deseo natural de aprender y saber? Es clave que los educadores seamos los primeros aprendedores. En palabras de Neus Portas: Aprender es la herramienta para crecer como profesionales pero, sobre todo, como personas. El desafiante título de la «TedTalk» de Emma Stoks nos plantea un horizonte profundo: “¿Por qué ser inteligente no te ayuda a encontrar a Dios?”. 

Pero seamos realistas. La actitud de los alumnos no es tan fácil de gestionar, y la llegada de la AI es claramente disruptiva. A los pocos días de comenzar «ChatGPT» su andadura en abierto, Jordan Peterson decía en una entrevista pública que esta máquina supone un cambio epocal del calibre de la imprenta de Guttenberg (Conferencia “The History of Canadian Civil Rights”, 13 de diciembre de 2022). Y el escritor Yuval Noha Harari no ha ahorrado epítetos hablando del cataclismo apocalíptico que puede suponer la IA en nuestra sociedad. En su artículo de “The Economist” (28 de abril de 2023), titulado “»AI has hacked the operating system of human civilisation», decía:

Si no tenemos cuidado, podríamos quedar atrapados detrás de una cortina de ilusiones que no podremos arrancar, ni siquiera darnos cuenta de que está ahí.

Y es que nuestra capacidad de aprendizaje es limitada, pero la AI no necesita dormir, ni tarda en recordar cosas que leyó hace días, ni se preocupa de que un tema sea aburrido. Es capaz de un “deep learning” que los humanos no podemos ni soñar.  Aún estamos lejos (o quizás no tanto) de una IA General, autónoma y autoprogramable. Como decía Jordan Peterson en tono jocoso hace unos meses, al hablar de «ChatGPT»:

Es más inteligente que tú. Y será muchísimo más inteligente que tú dentro de dos años, así que tú también puedes prepararte para eso. Pero todavía no es tan inteligente, porque por el momento es sólo un profesor de humanidades. No compara sus conocimientos lingüísticos con el mundo real. Eso es lo que hace un científico.

¿Debemos entonces prepararnos para la batalla entre Inteligencia Artificial e Inteligencia Humana (HI, human intelligence)? ¿Debemos localizar a John Connor antes de que lo haga Skynet (si se me permite la referencia millenial)? Desconozco el futuro, cercano o lejano, de la tecnología, o hacia donde avanzamos en este campo. Lo que tengo claro es que es un momento excepcional para hacer una pregunta: ¿Qué es lo que nos hace humanos? ¿Cuál es la esencia de la inteligencia humana? 

Desde el punto de la fe cristiana, y no solo, la respuesta es bien sencilla: el alma. Si Dios nos ha creado, y nos ha hecho a su imagen y semejanza, entonces el origen de nuestra dignidad humana está ahí, y el alma inmortal, como principio de operaciones, es un claro diferencial con las máquinas. Los humanos somos esencialmente distintos a las máquinas. 

Pero, afirmar eso sin más, sería declarar que solo a través de la fe se puede entender la diferencia entre la inteligencia humana y la inteligencia artificial. Semejante afirmación no solo sería injusta con todos los que no participan de la fe cristiana, si no que, sobre todo, sería una afirmación falsa. La pregunta nos afecta a todos, creyentes o no: ¿qué diferencia la AI de la HI? ¿Qué es esencial a la HI? Incluso para los que creemos en la existencia de un poder superior y de un alma inmortal (y aquí nos encontramos con Platón y Aristóteles de nuevo), es relevante encontrar qué manifestaciones materiales tiene nuestra HI.

En conversaciones con especialistas de la talla de Carlos Ayxelà, Miguel Moya y «ChatGPT», y en el think-tank de “Learning Rebellion”, emergían tres elementos que pueden servirnos de algún modo a visualizar la esencia de la Human Intelligence: Origen, Ejemplo e Intuición. 

  • El origen de cada uno de nosotros es humano, tenemos una historia personal y una historia como sociedad, unas raíces. Nuestro origen es un elemento esencial de la HI de cada persona. 
  • El ejemplo que nos damos unos a otros es HI en acción. Porque en el otro yo veo a alguien con defectos y virtudes, alguien como yo, que puedo imitar. ¡Cuántas cosas hemos aprendido de nuestros maestros y educadores sin que ellos lo hubieran programado! Sólo por el modo de hacer, con defectos e imperfecciones, por la actitud. Mejoramos cuando empatizamos con el otro y aprendemos más allá de los datos.
  • Y la intuición (del latín in-tueri: “observar dentro”) es una habilidad humana que alcanza los más profundo de nuestro ser. Nos ocurre en ocasiones que miramos alguna realidad y la vemos por dentro, captamos su esencia. En nuestro interior salta la chispa de la intuición, o la sonrisa del ¡Eureka!

La inteligencia humana se manifiesta, entre otros modos, por medio de esos tres aspectos. ¿Cómo activarla? Hay miles de formas, pero veamos algún ejemplo. Para activar nuestra HI podemos:

  1. Conocer más nuestro origen. Profundizar en el conocimiento de nuestro origen personal o cultural nos arraiga como humanos. Lee los clásicos, y pregunta a tu familia. Eso te ayuda pertenecer conscientemente a una tradición humana. Para mí, un punto de empezar es la escuela de Atenas. 
  2. Identificar y valorar los aprendizajes humanos: lo que he aprendido de otra persona y que no era programable: fíjate e imita al amigo que siempre está alegre, al que mantiene la calma y transmite paz. La alegría y la paz (“gaudium cum pace” como dice el clásico) son aspiraciones de las personas, más que de las máquinas. 
  3. Reflexionar en nuestro interior qué intuición hemos tenido en la última semana. Escríbela y decide conscientemente qué vas a hacer al respecto. 

El potencial que tiene el uso de la AI, cuando tenemos claro la HI, es gigante. Y así profes y no profes, siendo aprendedores, organizamos un nuevo renacimiento humano y técnico. Como decía John Connor “Si me estás escuchando, tú eres la resistencia”.

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