El Papa Francisco nos pide agregar a nuestras oraciones las intenciones mensuales que él propone para toda la Iglesia. Recientemente ha pedido por los enfermos terminales. Él usó esta frase coloquial que tiene un sentido muy profundo: incurable no significa incuidable.
Hace poco se acercó a mí una tierna abuelita. Recibí de ella una magna clase de teología superior. Susan era su nombre. Sentada en su silla de ruedas me platicaba con alegría una buena noticia: su nieta estaba sana y salva después de un fuerte accidente automovilístico, pero lo que más felicidad le daba, eran las palabras que dicha nieta le dio al expresarle gratitud porque para ella, las oraciones de la abuelita, la habían salvado. Susan estaba realmente contenta y agradecida.
De pronto se detuvo un momento y agregó: “ y pensar que yo me quería morir, pedí a mi familia que ya me dejaran irme. Pero ellos en lugar de hacerme caso, empezaron a venir a verme más, a visitarme y darme cuidados y cariño; ¡me sentí valiosa!, antes de eso pensaba que estaba aquí estorbando y generando gastos inútiles. Hoy sé que Dios tiene planes perfectos y que Él es el Señor de la vida. Ya le he ofrecido vivir para amar y orar y le he dicho que estoy dispuesta a recibir la clase de muerte que Él quiera y cuando Él disponga. Solo le ruego que escuche mis oraciones en favor de los que amo”.
Vida digna
Mientras el mundo propone la “muerte digna” para ancianos y enfermos terminales, la Iglesia nos habla de dar “vida digna” a quienes sufren. Impulsar en todos sentidos los llamados cuidados paliativos se hace indispensable.
Hay quienes afirman de manera muy “práctica”: ésta persona está muy enferma, su mal no tiene solución, mantenerla con vida implica mucho gasto y además, ¡ni siquiera quiere vivir! Ya son 12 países en el mundo cuyos marcos legales permiten la eutanasia.
San Juan Pablo II, al respecto subrayó que esto es adueñarse de la muerte, procurándola de modo anticipado y poniendo así fin ‘dulcemente’ a la propia vida o a la de otros «. En realidad, lo que podría parecer lógico y humano, al considerarlo en profundidad se presenta absurdo e inhumano. Estamos aquí ante uno de los síntomas más alarmantes de la «cultura de la muerte», advirtió.
El carácter sagrado de la vida
El catecismo de la Iglesia católica nos hace un llamado supremo: “La vida humana ha de ser tenida como sagrada, porque desde su inicio es fruto de la acción creadora de Dios y permanece siempre en una especial relación con el Creador, su único fin. Sólo Dios es Señor de la vida desde su comienzo hasta su término; nadie, en ninguna circunstancia, puede atribuirse el derecho de matar de modo directo a un ser humano inocente”.
Y también: “Aquellos cuya vida se encuentra disminuida o debilitada tienen derecho a un respeto especial. Las personas enfermas o disminuidas deben ser atendidas para que lleven una vida tan normal como sea posible”.
Los cristianos estamos llamados a hacer la diferencia. ¡Contra corriente pero con Cristo!
Hay un poema de Gabriela Mistral que me conmueve en lo más hondo y hoy te lo comparto para animarte a cumplir en todo, especialmente en el sufrimiento, la perfecta y a veces misteriosa voluntad de Dios:
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo pido no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta.
Amén