El 2 de enero nos dejó Ignacio Belzunce, un sacerdote numerario del Opus Dei que dedicó 23 años de su vida sirviendo en colegios de Fomento. Su disponibilidad para con los jóvenes y sus familias fue todo un ejemplo.
Hombre sencillo y muy querido, Ignacio era también un apasionado del ciclismo. Sus amigos y estudiantes recuerdan cuando narraba su famosa anécdota en el Jaizkibel, el famoso puerto donostiarra. Corría el año 92 o 93 y al día siguiente se disputaba la clásica de San Sebastián. Tras una larga jornada de pedaleo, Ignacio estaba ya agotado cuando fue adelantado por dos ciclistas profesionales que estaban entrenando, uno de ellos Laurent Fignon, campeón del Tour de Francia en 1983. Los franceses, con la guasa que les caracteriza, le dedicaron una pequeña burla mientras le dejaban atrás.
Cuando parecía que todo acabaría con Ignacio derrotado, apareció un inesperado aliado: el famoso ciclista español Peio Ruiz Cabestany, a quién Ignacio contó la humillación sufrida. Dolido por la situación, Peio le dijo a Don Ignacio que no se dejara intimidar y se preparara para dar una lección a estos gabachos. Sin esperar respuesta, lo sujetó del sillín y empezó a arrastrarlo montaña arriba a toda velocidad. Ignacio, entre asombrado y agradecido, trataba de recuperar el aliento sin tocar los pedales.
A pocos metros de coronar, Peio lo soltó y le emplazó a devolverles el mandoble recibido: Ignacio, reuniendo todas las fuerzas que le quedaban, lanzó un sprint final y pasó a los franceses como una exhalación. Al llegar a la cima, disimuló su agotamiento, esperó a los ciclistas y con una sonrisa pícara les saludó afectuosamente. Solo cuando los franceses siguieron su camino, Don Ignacio se dejó caer al suelo para recuperarse del esfuerzo.
Cuando concluía esta apasionante narración, que era capaz de glosar con todo lujo de detalles, comparaba lo sucedido con la acción de la gracia de Dios en nuestras vidas: “Cuando tú no puedes más, Él te coge del sillín y te lleva hasta la cima”.
Quizá ahora que nos ve desde el cielo, podamos ver la vida de Ignacio y escuchar sus ánimos para que confiemos en la gracia divina, capaz de superar las etapas y rivales más duros.
Descanse en paz, Ignacio. Disfrute ya de la cumbre eterna.
*Artículo modificado el 3/1/2025. 9:46h.
Redactor de Omnes. Anteriormente ha sido colaborador en diversos medios y profesor de Filosofía de Bachillerato durante 18 años.