Leyendo el Dossier de Omnes sobre el camino sinodal alemán me han venido a la memoria aquellas palabras que san Juan Pablo II dirigió a Europa desde Santiago de Compostela al clausurar su primera visita apostólica a España el 9 de noviembre de 1982
‘Yo, Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia universal, desde Santiago, te lanzo, vieja Europa, un grito lleno de amor: Vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Revive aquellos valores auténticos que hicieron gloriosa tu historia y benéfica tu presencia en los demás continentes. Reconstruye tu unidad espiritual.’
La Iglesia en Alemania está en un momento clave en el que estas palabras del santo papa polaco podrían orientarla. Puede haber buena fe, algo que no se duda, en la iniciativa puesta en marcha con el camino sinodal, pero existe un evidente riesgo de errar el rumbo e incluso de implicar a otros episcopados en esa búsqueda de alianzas que se proponen los impulsores del camino sinodal alemán.
Más allá del problema en el origen de este proceso (el de analizar el origen del problema de los abusos sexuales) y de las distintas agendas que se quieren poner en marcha (celibato opcional, sacerdocio femenino, cambio en la moral sexual, redefinición del servicio de autoridad del obispo…) me parece que el tema en juego es la relación de la Iglesia y la sociedad.
¿Qué debe cambiar en la Iglesia para poder llegar a una sociedad cada vez más secularizada y, por ello, más alejada de Dios? ¿Qué signos de los tiempos debemos escuchar, por medio de los cuales nos está hablando también el Espíritu? ¿Cómo ser fiel y a la vez creativo en la evangelización?
El episcopado alemán a través de este camino sinodal se acerca a estas preguntas, dice querer escuchar los signos de los tiempos. Pero el resultado final es que parece acoger postulados de nuestra sociedad que pueden alejarles del sentido de la fe católica. Desconcertados por el abandono de los fieles de sus iglesias, creen que la solución es cambiar y acercarse al pensamiento de la sociedad actual. Pero precisamente ahí está el mayor error.
‘Por querer ser quien no soy, no soy ni siquiera yo’ decía una canción del grupo ‘Brotes de olivo’. Ese es el riesgo de la Iglesia en Alemania, y de algún modo de los cristianos de todo el mundo. Dejar de ser nosotros mismos para ser como el mundo, para ser ‘normales’.
Por eso las palabras que san Juan Pablo II dirigiera a Europa, me parecen oportunas para la Iglesia en Alemania y para todos nosotros.
Iglesia, vuelve a encontrarte. Sé tú misma. Descubre tus orígenes. Aviva tus raíces. Reconstruye tu unidad espiritual.
Solo seremos fecundos si somos fieles a Jesucristo. Es tiempo de volver los ojos al crucificado y ponerle ante la vista de aquellos con los que vivimos. Hemos de mostrar a Jesucristo muerto y resucitado al mundo, levantarlo en alto para que al mirarlo encuentren en él la salvación. Jesús crucificado será hoy, como lo fue en tiempos de Pablo, escándalo y locura. Pero solo en él nuestra Iglesia encontrará la fuerza para seguir caminando en medio del desierto que nos toca recorrer.
Si la Iglesia no es fiel a si misma, si acoge los postulados y objetivos que marca el mundo, dejará de ser sal y luz.
El camino por recorrer va, precisamente, en otra dirección. Porque en nuestra relación con el mundo hemos de recuperar ese dinamismo profético que es esencial al catolicismo. Tenemos que mostrar la belleza de la vida en Cristo, aunque eso escandalice a una sociedad que camina por otros derroteros.
Porque hoy, como siempre, son necesarios los profetas que hagan cambiar el rumbo a quien ha equivocado su camino.
Delegado de enseñanzas en la Diócesis de Getafe desde el curso 2010-2011, ha ejercido con anterioridad este servicio en el Arzobispado de Pamplona y Tudela, durante siete años (2003-2009). En la actualidad compagina esta labor con su dedicación a la pastoral juvenil dirigiendo la Asociación Pública de Fieles 'Milicia de Santa María' y la asociación educativa 'VEN Y VERÁS. EDUCACIÓN', de la que es Presidente.