IA: Ineptitud Artificial

Una de las preguntas que emerge ante la Inteligencia Artificial es si son las máquinas las que se parecen cada vez más a los hombres o somos los hombres los que nos estamos comportando cada vez más como máquinas.

18 de abril de 2023·Tiempo de lectura: 2 minutos
inteligencia artificial

Charlar un rato con ChatGPT es una experiencia alucinante. Este modelo de inteligencia artificial (IA) tiene respuestas para todas las preguntas imaginables, aunque no para las fundamentales.

Y me explico: el robot parlanchín sabe absolutamente todo de absolutamente cualquier tema que le quieras proponer y es capaz de mantener una conversación interesante, entretenida y educada, con su pizca de sal, durante todo el tiempo que uno desee, pero llega un momento en el que comienza a responder con evasivas y a remitir a un conversador humano y eso es cuando las preguntas tienen que ver con las grandes cuestiones que toda persona tiene que plantearse: ¿Quién soy? ¿Tiene sentido todo esto? ¿Por qué debe importarme mi prójimo?

El debate sobre la IA no ha hecho más que empezar y son muchos los retos que nos plantea. Su rápido desarrollo y sus insospechados limites han llevado a algunos a solicitar incluso una moratoria en su implementación para evitar los posibles riesgos de una tecnología que no terminamos de controlar.

Sin ir más lejos, la llamada cuarta revolución industrial que la IA traerá consigo hará que desaparezcan miles de puestos de trabajo pues las tareas que en la actualidad realizamos muchos millones de seres humanos podrán ser realizadas con mucha más rapidez y eficacia por un ordenador.  

Lo cierto es que la IA nos gana en capacidad de cálculo, en análisis de datos y en memoria; pero su supuesta inteligencia se vuelve ineptitud cuando trata de ser auténticamente humana, cuando sus respuestas no se miden en términos de exactitud o eficiencia, sino en otros como la empatía, la compasión o la trascendencia.

La inteligencia artificial no es más que la sublimación del modelo individualista, materialista y competitivo de nuestra sociedad. Como cuando aquel mítico Deep Blue de IBM venció al campeón mundial de ajedrez Garri Kasparov, los modelos actuales y futuros de inteligencia artificial lo único que buscan es ganar a toda costa. En realidad, si lo pensamos bien, solo están jugando una partida contra nosotros que, más tarde o más temprano, conforme sigan aprendiendo, acabarán ganando. Ganar, ganar y ganar, ese es el sentido de su existencia.

Para los algoritmos, lo más parecido a nuestro concepto de felicidad es la victoria frente al competidor, pero ¿es eso lo más humano? Y esta reflexión me lleva a la pregunta: ¿Son las máquinas las que se parecen cada vez más a los hombres o somos los hombres los que nos estamos comportando cada vez más como máquinas?

Nuestra sociedad del descarte deja fuera de su ecuación todo lo que no sirva para lograr la victoria del superhombre nietzscheano “liberado” ya por fin del yugo de Dios. Trata de avanzar a toda costa, sin importar quién se quede en el camino, pues el otro al fin y al cabo no es más que un mero competidor. Su objetivo: ganar a toda costa y cueste lo que cueste, aunque ello implique despejarse a los débiles y romper lazos familiares y comunitarios.

Ojalá el debate sobre la inteligencia artificial nos lleve a aprender algo de las máquinas. Ellas nos enseñan que el futuro de la humanidad, si seguimos su camino, será frío y solitario como lo son ellas. Y que, cuando alguno de nosotros consiga abatir a todos sus contrarios su única  satisfacción será poder decirse a sí mismo (no tendrá con quien compartirlo): Game Over.

El autorAntonio Moreno

Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.

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