El pasado jueves 24 de octubre se presentaba en Madrid el libro Lobos disfrazados de corderos. Pensar sobre los abusos de la Iglesia (Encuentro, 2024), del pensador francés Fabrice Hadjadj, en un acto organizado por la revista Omnes y la editorial que saca a la luz el ensayo.
Allí, Hadjadj, en un brutal ejercicio de honestidad, llegó a decir a una de las asistentes algo así como «yo nunca he abusado de ninguna mujer, y sin embargo sé que en el fondo de mi corazón están todas las condiciones que se necesitan para hacerlo. Eso y mucho más».
Mientras esto pasaba, cierto portavoz de un grupo parlamentario que abanderaba la lucha feminista dimitía de su puesto, precisamente, por acusaciones de abuso sexual a varias mujeres. Lo hacía, además, con un comunicado que, en sus postulados, quiere ser justamente lo opuesto al de Hadjadj. Resumido un poco a nuestro aire, pero sin faltar un punto al original, su comunicado vendría a decir algo así como que «Yo sí he abusado de alguna mujer, y sin embargo sé que en el fondo de mi corazón no se dan las condiciones necesarias para hacerlo», lo que desemboca inevitablemente en el remate de «la culpa está fuera de mí, no dentro».
La política, el patriarcado, los años de dictadura, el aroma de machismo en el que todos nos hemos criado. Balones fuera, no dentro.
No faltará, por supuesto, quien linche hoy a quien admiró ayer; como tampoco quien elogie el gesto de dimitir, como intentando a la desesperada salvaguardar la reputación de aquel a quien idolatraron y que, ahora, se ve caído del altar que otros —y no solo él— le habían construido. Pero quedarse ahí sería perder una oportunidad preciosa para la verdadera reflexión, que ha de empezar por la honestidad con uno mismo y que no va tanto encaminada a decir cómo es —o debe ser— la sociedad, qué le falta o qué le sobra, sino a cómo somos nosotros, qué hay dentro de cada uno, cuál es nuestra verdadera naturaleza.
Y solo desde ahí, conociendo el humus, el barro que todos llevamos dentro, se podrá empezar a construir algo que no se desmorone a la primera de cambio.