El 28 de febrero, el Senado del estado de Washington aprobó un proyecto de ley que castiga con cárcel a los sacerdotes que no violen el secreto de confesión en casos de abusos. Más allá del debate jurídico y político, hay algo que brilla con fuerza en medio de esta tormenta: la fidelidad inquebrantable de los sacerdotes al sigilo sacramental.
Vivimos tiempos en los que la Iglesia es señalada por sus sombras. Nadie puede negar que hay miserias en el pasado y el presente, pero en este caso no hablamos de una mancha negativa, sino de una luz inspiradora. En un mundo donde la discreción escasea y la confianza se vende barato, el sacerdote sigue siendo una roca firme en el confesionario, custodiando secretos que no le pertenecen, dispuesto incluso a ir a la cárcel antes que quebrantar su compromiso con Dios y con las almas.
Piénsalo un momento: en una época de filtraciones, de rumores, de noticias instantáneas y espionajes digitales, los sacerdotes son de los pocos hombres que todavía entienden lo que significa sellar los labios. ¿No es esto digno de admiración?
Mientras algunos legislan desde sus cómodos escaños y dictan normas que desconocen la profundidad del sacramento, hay sacerdotes que siguen inclinándose en el confesionario para recibir con misericordia a cada alma arrepentida. No importa si quien se arrodilla es un mendigo o un rey, un desconocido o un amigo cercano. El sacerdote escucha, absuelve, anima… y calla. Calla incluso bajo amenaza, porque entiende que lo que ahí sucede es un acto sagrado entre Dios Padre y uno de sus hijos.
Vivan los sacerdotes fieles. Aquellos que, con defectos y debilidades como todos, saben que su misión no es traicionar sino servir, no es hablar sino sanar. Y ya que estamos en Cuaresma, quizás sea la oportunidad perfecta para que los laicos recordemos el valor de este sacramento y nos animemos a confesarnos. Hagamos cola en los confesionarios y redescubramos el milagro de la misericordia. Porque si ellos arriesgan tanto por mantener el secreto, ¿no será que lo que sucede ahí dentro es realmente importante?
Redactor de Omnes. Anteriormente ha sido colaborador en diversos medios y profesor de Filosofía de Bachillerato durante 18 años.