«Si no creo en mi religión católica que es la verdadera, ¡cuánto menos voy a creer en la vuestra!». La paradójica frase con la que dicen que un anciano respondió a la pareja de mormones que tocó a su puerta nos ayuda a entender el también paradójico éxito de Halloween en países de tradición católica.
Al parecer, la cita original corresponde al anticlerical Tomás Cipriano de Mosquera, presidente colombiano del s. XIX, frente a los protestantes, pero la cultura popular ha tomado la idea para responder a cualquier circunstancia en la que una persona tiene que confrontar sus creencias tradicionales con nuevas propuestas, aunque para ella la fe no sea ya (o no haya sido nunca) especialmente significativa en su vida diaria.
Está bien que desde la Iglesia analicemos lo que hemos hecho mal para que tantos hayan abandonado la fe que le transmitieron sus padres, sus abuelos, sus parroquias o colegios; está bien que revisemos la forma en la que presentamos el Evangelio de palabra y obra para evitar la pérdida de fieles; pero la conocida anécdota descubre que hay también un gran número de ellos que rechaza conscientemente a Dios, porque no le interesa. A pesar de haber (al menos) intuido la verdad revelada por Jesucristo, prefieren ponerse de perfil, vivir como si Dios no existiera, sin mojarse y, claro, sin que esa fe lleve consigo actuar en consecuencia. Es la doble moral farisea, pero al revés.
En este caldo de cultivo, Halloween ha cuajado rápidamente porque, al fin y al cabo, la fiesta de las calabazas propone tomar a chufla la muerte, la trascendencia y el más allá. Es una fiesta para pasarlo bien con sustos que se quedan en eso. Nos es más cómoda que tener que adentrarnos en la reflexión sobre la inevitabilidad de la muerte, esa realidad que nos aterra y nos llena de incertidumbre. Porque tener que pensar en lo que nos dijo Jesucristo al respecto y que la Iglesia vocea supondría tener que cambiar de vida, dejar de mirarnos a nosotros mismos y empezar a mirar a los demás como nos enseña la parábola del pobre Lázaro y el rico Epulón. Halloween es, al Día de Todos los Santos, como la reacción infantil de taparse los oídos y empezar a tararear alto una canción para no tener que oír lo que no nos interesa. Así, pasados los primeros días de noviembre, ya nadie se acordará de la muerte hasta el año que viene y: «a otra cosa, mariposa».
Hollywood y Halloween
Una prueba más que desenmascara la doble moral de una sociedad que dice no creer, pero que en el fondo sabe que el mensaje del Evangelio es muy serio, nos la da el cine de terror de Hollywood que se prodiga también en estos días. En las películas de “miedo miedo”, no puede faltar una iglesia antigua, una monja o un cura, a ser posible exorcista. Resulta curioso, pues el número de católicos en EEUU no deja de ser una minoría, pero funciona a nivel de audiencia pues el gran público sospecha que la fuerza espiritual de la Iglesia, por mucho que algunos de sus miembros no seamos ejemplo de nada, tiene mucho de verdad.
Para terminar de sacar a la luz a todos esos ateos o agnósticos solo de cara a la galería también está el dato del número de personas que pide un funeral religioso para ellos o sus familiares. Nueve de cada diez españoles eligen una despedida «por la Iglesia» a pesar de que sólo cinco de cada diez se declaren católicos. Y es que, oiga, a la hora de morirse conviene no andarse con tonterías no vaya a ser que…
Algo parecido debió pensar el icónico actor francés Alain Delon, fallecido este verano, cuando mandó ser enterrado tras un funeral católico en la capilla privada que se hizo construir en su finca, a pesar de no haberse distinguido por su práctica religiosa. Manifestaba, eso sí, tener pasión por la Virgen y hablar mucho con ella. ¡Seguro que María le habrá echado una mano para llegar a su Hijo!
Finalmente, cuando sale el tema de los fariseos inversos –descreídos por fuera, pero creyentes por dentro– me gusta siempre recordar la anécdota que un viejo amigo periodista me contó de los tiempos en que cubría la guerra del Sahara junto a otro reportero que presumía de ateísmo. Un día se vieron sorprendidos en medio de fuego cruzado y tuvieron que refugiarse en los bajos de un vehículo durante cinco interminables minutos en los que se vieron morir. «Jamás he oído rezar un Padrenuestro con más fe y devoción” –recordaba mi amigo– “como el que escuché rezar aquel día a mi colega, el que se jactaba de ser ateo».
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.