Hacer a Dios presente en nuestro entorno

Si Dios desaparece, desaparece también toda posibilidad de fundamentar una ética sólida y definitiva. Si Dios no existe, todo está permitido y sólo cabe una postura: la del consenso arbitrario.

11 de agosto de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
familia

Es necesario proveer de entornos adecuados para educar a nuestros hijos. Sus necesidades básicas son: refugio, alimentación, descanso, juego, sentirse aceptados, respetados y protegidos. No recibir maltratos. Amor y límites. Así crecerán sanos y seguros.

Es deber y derecho de los padres proveer de todo esto a los hijos. Y en la sociedad actual, se hace básico además educarlos para un sano discernimiento de la información que reciben. Hay cosas que les destruyen y otras que les edifican. Se trata de platicar mucho con ellos y darles educación moral.

Que en nuestro entorno, Dios esté presente

“Es pérdida total”, dijo el ajustador del seguro de mi auto después de la evaluación de daños por inundación. “El auto estuvo demasiado tiempo en el agua y no está hecho para eso”.

Reflexioné sobre ello y me pareció un paralelismo significativo para la vida del ser humano. Recordé una luminosa frase de san Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti, y nuestro corazón está inquieto, hasta que descanse en Ti”.

Cuando por cualquier motivo nos alejamos de Dios, podemos experimentar una especie de pérdida total de nosotros mismos.

Todos quisiéramos un mundo de paz y vivimos en guerra. Quisiéramos solidaridad y actuamos egoístamente. Deseamos ser valorados y acogidos, pero nos comportamos con desprecio hacia algunos de nuestros hermanos.

Necesitamos volver al ambiente que nos es propio, natural, uno impregnado de fe, esperanza y caridad. Cultivemos estas tres virtudes en nuestros hogares.

El escritor y filósofo ruso Nikolai Berdiáyev, señala tres momentos clave en la evolución del pensamiento humano.

Había una teonomía hasta el s. XVI. Por sus raíces griegas, Teonomía significa “Ley de Dios”, “theos” (Dios) y “nomos” (ley, regla). Dios importaba. Dios nos marcaba con claridad la diferencia entre el bien y el mal y nos pedía optar por el bien.

Vino entonces la antroponimia, las leyes las fundamos nosotros sobre nuestros propios criterios. Dios no existe y nuestra razón nos puede dar todas las respuestas. Pero al no obtener esas respuestas con la sola razón, crece la ansiedad humana, entran la confusión y el miedo. Dando paso así a  lo que hoy vivimos y que podríamos llamar entroponomía. De “entropía”, desorden, caos, no existen leyes. Cada uno que haga lo que quiera, relativismo puro.

¿Podemos vivir así? ¿Sin un faro, sin un norte, sin luz?

Relativismo

Si Dios desaparece, desaparece también toda posibilidad de fundamentar una ética sólida y definitiva. Si Dios no existe, todo está permitido y sólo cabe una postura: la del consenso arbitrario. En los recientes juegos olímpicos pudimos observar manifestaciones claras de sus efectos. Desde la inauguración presenciamos cómo se pretende normalizar la ideología de género. Nos dicen que cada uno es lo que siente ser, que es posible cambiar de sexo sin tener consecuencias dolorosas; es como afirmar que un auto puede permanecer en el agua sin dañarse, o que puedes llamar freno al acelerador y usarlo como tal si así lo “sientes”.

Sin Dios como referente, perdemos la verdad objetiva, el sentido común, la brújula. Este relativismo en el que estamos sumergidos, nos esclaviza a todos. Sólo la Verdad nos libera.

Generar entornos cristianos

Generemos entornos cristianos para nuestros hijos. Ahí donde está Cristo, hay Luz, hay Verdad. Que ellos nos vean orar juntos, que en la conversación cotidiana se agradezca a Dios, que platiquemos en la mesa sobre nuestra fe, sobre las personas que la viven coherentemente y nos inspiran. Que conozcamos las bienaventuranzas, que practiquemos las obras de misericordia en familia. Que ante la duda sobre cómo debemos actuar, acudamos a las enseñanzas de la Iglesia en materia moral.

Asistamos a Misa con ilusión, no para cumplir con un precepto sino para amar y agradecer  a quien dio su vida por nosotros.

Desarrollemos ambientes en los que caminen juntos fe y razón. San Juan Pablo II decía que son dos alas necesarias para ser libres, sin ambas, vamos a pique. Ni racionalismo (razón sin fe), ni fideísmo (fe sin razón). Preparémonos para dar razón de nuestra fe.

Es importante que en los eventos mundiales, generemos un ambiente de valores universales, aquellos que contribuyen a dignificar nuestras relaciones y nuestra esencia: responsabilidad, esfuerzo, generosidad, solidaridad, orden, alegría, unidad, respeto, honestidad, tenacidad, perseverancia. Que estos eventos no se conviertan en trincheras para hacer proselitismo de ningún tipo. Y cuando esto suceda, hablemos con nuestros hijos para ese sano discernimiento que deben desarrollar.

Volverá Dios al mundo cuando nos decidamos a practicar las virtudes teologales, cuando cada uno de nosotros viva en primera persona los principios cristianos. La transmisión de la fe se da con el testimonio de una vida que practica la caridad y que siembra la esperanza.

Leer más
Newsletter La Brújula Déjanos tu mail y recibe todas las semanas la actualidad curada con una mirada católica