Con el transcurso de los siglos, la figura de Guillermo Tell ha encarnado los ideales de lucha por la libertad e independencia de Suiza primero y más tarde los de amor paterno y la lucha por la justicia.
Según la leyenda, Tell nació en el cantón de Uri y se casó con una hija de Furst, de Altinghansen, que junto a Arnaldo de Melchthal y Werner de Stauffacher había jurado el 7 de septiembre de 1307 en Gruttli libertar a su patria del yugo austriaco.
Los Habsburgo pretendían ejercer derechos de soberanía sobre los Waldstetten y Herman Gessler de Brunoch, “baile” de aquellos cantones en representación del emperador Alberto, quiso imponer su autoridad con actos de verdadera tiranía que irritaron a aquellos rudos montañeses.
Pretendió obligar a todos los suizos a descubrirse ante un sombrero, colocado en la punta de una asta clavada en la plaza de Altdorf que, según la conjetura del historiador Müller, debía de ser el sombrero ducal.
Indignado Tell, bajó de la montaña a la plaza de Altdorf, vistiendo el traje característico de los pastores de los Cuatro Cantones, cubierta su cabeza con una capucha y calzando sandalias con plantas de madera reforzada de suela y desnudas las piernas. Y se negó a someterse a aquella humillación.
La prueba de Guillermo Tell
El “baile” le mandó detener. Y, conociendo su habilidad en el manejo de la ballesta, le amenazó con la muerte si no lograba derribar con la flecha, desde 120 pasos de distancia, una manzana colocada encima de la cabeza del más joven de los hijos de Tell. De esta terrible prueba, que la leyenda supone acaecida el 18 de noviembre de 1307, salió victorioso el hábil ballestero. Al notar Gessler que Tell llevaba una segunda flecha oculta, le preguntó con qué objeto la llevaba. “Era para ti, si hubiera tenido la desgracia de matar a mi hijo”, fue la respuesta. Gessler, encolerizado, ordenó que lo encadenasen y para evitar que sus compatriotas pudieran liberarle, quiso conducirle él mismo, a través del lago de Lucerna, al castillo de Kussmacht.
En medio del lago se vieron sorprendidos por una violenta tempestad, originada por un impetuoso viento del sur, muy frecuente en aquella región y, ante el peligro de zozobrar y ahogarse, ordenó que quitaran las cadenas al prisionero y que cogiera el timón, pues también era un hábil navegante.
Tell logró abordar junto a una plataforma, conocida desde entonces con el nombre de “Salto de Tell”, situada no lejos de Schwitz. Con rapidez saltó a tierra y, dando un empujón con el pie a la barca, la dejó de nuevo a merced de las olas. No obstante, Gessler consiguió ganar la orilla y prosiguió su marcha hacia Kussnacht. Pero Tell se adelantó y, apostándose en un lugar adecuado, esperó a que pasara el tirano y le hirió mortalmente con una flecha.
Tal fue el inicio de un levantamiento contra Austria. Tell tomó parte en la batalla de Morgaten (1315) y, tras una vida tranquila, murió en Bingen en 1354, siendo receptor de la Iglesia.
Historia y leyenda
El relato ha sido transmitido por la tradición suiza. Las crónicas contemporáneas de la revolución suiza de 1307 no mencionan a Tell. Pero a finales del siglo XV los historiadores suizos empezaron a hablar del héroe, dando varias versiones de la leyenda.
El nombre de Gessler no figura en la lista completa que se posee de los “bailes” de Altdorf. Ninguno de ellos fue asesinado con posterioridad a 1300. En cambio, se encuentra un gobernador de Kussnacht muerto al saltar a tierra por una flecha que le lanzó un campesino a quien había vejado en 1296, teniendo lugar el hecho a orillas del lago Lowertz y no del Schwitz. Probablemente la leyenda ha tomado como origen este hecho histórico, preludio de la insurrección de 1307.
Tell no es un nombre, sino un apodo; procede, como la palabra alemana “tal”, del antiguo alemán “tallen”, hablar, no saberse callar y significa loco exaltado, habiendo sido aplicada en las crónicas contemporáneas al levantamiento de los tres conjurados de Gruttli, considerados, antes del triunfo, locos e imprudentes.
Frendenberger escribió en 1760 un libro titulado “Guillermo Tell, fábula danesa”. La leyenda, en efecto, se encuentra en los países escandinavos con anterioridad a la historia-leyenda suiza. Es citada, entre otros, por el cronista danés Saxo Grammaticus, en su “Historia dánica”, escrita a finales del siglo X, atribuyéndola a un soldado godo llamado Tocho o Taeck.
Es probable que emigrantes del norte, establecidos en Suiza, importaran la leyenda y hasta el nombre. Leyendas similares existen en Islandia, Holstein, en el Rhin y en Inglaterra (Guillermo de Cloudesley).
En honor de Guillermo Tell
Lo verosímil es, como sucede en casos análogos, que todas estas leyendas se hayan ido acumulando a un personaje real, pues la edificación de capillas en honor de Tell, solamente treinta años después de la fecha en que se sitúa su muerte, prueba de un modo indiscutible que las leyendas se apoyaban en un hecho real. Esas capillas todavía son objeto de veneración en Suiza. Una de ellas se levanta a orillas del lago de Schwitz, en la misma plataforma en que el héroe saltó a tierra. Se cuenta que, al ser construida en 1384, su inauguración tuvo lugar en presencia de 114 personas que habían conocido personalmente a Tell.
Rossini escribió una ópera sobre el tema y Schiller un drama. Éste, en 1804, es el último que compuso y pasa por su obra maestra. “Obra totalmente armónica -dice Menéndez y Pelayo en su obra Ideas Estéticas- y preferida por muchos a las restantes del poeta, es Guillermo Tell, en la cual ciertamente no se admira la grandeza del Wallenstein ni lo patético de María Estuardo, pero sí una perfecta conveniencia entre la acción y el paisaje, una compenetración no menos perfecta del drama individual y del drama que pudiéramos llamar épico o de interés trascendental, y un torrente de poesía lírica, tan fresca, transparente y limpia como el agua que mana de las mismas cumbres alpestres”.