A 40 días de la Navidad celebramos la Fiesta de la Presentación del Señor. Una festividad que reúne en torno a sí multitud de tradiciones. Por un lado, se celebra como fiesta mariana: la Purificación de María, Ntra. Sra. de la Candelaria; por otro, como fiesta cristológica: Jesús es presentado en el templo, Dios presenta a su Hijo a la humanidad, figurada en los ancianos Simeón y Ana que reconocen en Él al Mesías. Esta celebración de la consagración del niño Dios llevó a Juan Pablo II a establecer en este día, además, la Jornada Mundial de la Vida Consagrada, dedicada a profundizar en el conocimiento y la estima de los consagrados y consagradas por parte de todo el Pueblo de Dios y también, como no, a dar gracias a Dios por este don inmenso para la Iglesia.
Dicen que la vida consagrada está en horas bajas, que la crisis vocacional acabará en unos años con centenares de institutos… Yo a este respecto tengo que decir que si la vida consagrada está muriendo de algo no es de asfixia, sino de éxito, pues la necesidad humana que muchos fundadores detectaron y que los impulsó a luchar con todas sus fuerzas por que ese carisma permaneciese vivo, se ha superado en gran medida. ¡Cuánto ha hecho la vida consagrada por la educación, por la sanidad, por los servicios sociales, por la cultura o por la lucha por la dignidad de las personas! Tras siglos siendo “luz que alumbra a las naciones” los institutos y congregaciones han conseguido que hoy la educación o la sanidad sean un derecho básico, que las sociedades se preocupen de los más vulnerables, que los hombres y las mujeres del siglo XXI se impliquen en la lucha por un mundo más justo a través de movimientos sociales…
Por supuesto que en todos esos campos hay que seguir llevando el Evangelio y su genuina aplicación práctica y que los carismas primitivos han continuado encontrando cómo adaptarse al hoy, pero ¡pardiez! ¡Enhorabuena por lo que habéis hecho! Enhorabuena y gracias porque este mundo es mejor por vuestra culpa. Quien más, quien menos os debe su formación, su carrera académica o profesional, la posibilidad de conciliar su vida familiar y laboral, su salud física o mental, estar libre de adicciones, o su tranquilidad al haberles proporcionado un sitio digno para el retiro de sus padres.
¿Y a las comunidades contemplativas cuánto le debemos? Aparte de vertebrar pueblos y barrios enteros, su oración sostiene todas y cada una de las acciones del resto de la comunidad cristina y permanece como una lámpara en el candelero que nos indica todo el año que solo Dios basta.
Yo quisiera promover hoy una gran acción de gracias a Dios, pero también a cada uno de los hombres y mujeres de cuya consagración Dios se ha valido para que usted y yo tengamos hoy una vida mejor. Basta con que hagamos una llamada o subamos un tuit o una foto a Redes Sociales diciendo gracias, gracias a aquella monja a quien debemos la vida porque nos ayudó a nacer, a aquel religioso que nos acompañó en nuestra adolescencia, a esa hermana que cuida de nuestro padre. Hoy toca coger el teléfono y decir #GraciasConsagrados
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.