La fragilidad es nuestra fuerza: una lección de Giovanni Allevi

Para Giovanni Allevi la emoción es el lenguaje a través del cual nos comunicamos con sinceridad, desnudándonos sin temor de mostrarnos frágiles e indefensos, porque, es en la fragilidad donde está nuestra fuerza en un mundo arrastrado por la razón hacia la competitividad extrema.

8 de febrero de 2025·Tiempo de lectura: 4 minutos
Giovanni Allevi

Giovanni Allevi, pianista italiano (Flickr / Cristian Santinon)

Allevi es un músico que, cuando termina agotado en el escenario después de haberlo dado todo en un concierto de piano, mientras está escuchando los aplausos del público, da unas palmaditas de agradecimiento al instrumento, como no atribuyéndose el mérito de lo que en el escenario ha ocurrido.

Coincidí casualmente con él en un vuelo. Lo tenía delante de mi asiento y lo reconocí porque su rizada melena negra de león sobresalía por la parte de atrás de su asiento (es un tipo muy alto). No pude resistir la curiosidad y no sé cómo lo hice, pero me encontré conversando con él. Le comenté que admiraba su talento y que escuchaba su música. En ese momento, tendría unos 50 años, pero parecía mucho más joven por forma de vestir y dinamismo.

Una sensibilidad especial

La sensación que me dio fue la de ser un tipo normal, activo, nervioso, creativo, encantador, amable, artista. Giovanni Allevi volvía de Madrid, ciudad que, me confesó, le fascinaba, de grabar para un programa de televisión. No me pasó inadvertido que llevaba un móvil de los que ya no se usaban (los que solo sirven para llamar y recibir llamadas). No me resistí a preguntarle el porqué de esa elección y la respuesta fue preciosa: “Soy músico y compongo, necesito silencio interior. El sonido electrónico y las imágenes de la pantalla me distraen de mi objetivo: la inspiración. La música”. Me quedé impresionada, pero entendí perfectamente la respuesta. Recuerdo que se comunicaba conmigo con las palabras, pero también con su alma, se entendía muy bien lo que quería decir aunque no hablaba mucho.

Al llegar al aeropuerto de Malpensa, en Milán, cada uno se fue por su camino para recoger las maletas. Yo iba con mis tres hijos pequeños y estaba pendiente de que ninguno se me perdiera entre el barullo de gente. De repente, vi que se me acercaba un hombre alto con una rizada melena negra que se acercaba para despedirse de mí: Allevi. Me dijo que yo tenía unos hijos preciosos, creo que él, en esos momentos, echaba de menos a los suyos. Me quedé de piedra, porque creía que los famosos iban con prisas por los aeropuertos para no ser reconocidos por la masa. Cuando, por motivos profesionales, se alejaba de su familia, sentía unos ligeros sentimientos de culpa, como todo buen padre. Lo compensaba viviendo intensamente los momentos que pasaba con sus hijos y, dedicando a ellos, alguna de sus composiciones.

Los famosos -creía también antes de ese encuentro con el músico- no se despedían de personas conocidas casualmente hacía una hora en un viaje de avión. Noté en él una gran sensibilidad que debe ser consustancial a la de ser compositor. Entendí que él escucha el silencio y llena el espacio de melodía.

El diagnóstico

Unos dos años después de este encuentro supe por los medios de comunicación que en el verano del 2022, Giovanni Allevi anunció que padecía una dura enfermedad: un mieloma múltiple. Se trata de una enfermedad incurable y su supervivencia se sitúa entre los 3 y 4 años. La enfermedad que padece presenta un pronóstico grave porque apenas un 3 por ciento de pacientes siguen vivos al cabo de 10 años. Tiene un cáncer que le lleva a estar ingresado en el Instituto de Tumores de Milán para recibir la terapia adecuada. El músico reconoce que está “heroicamente saliendo del infierno”. Es una forma muy expresiva de comunicar por lo está pasando: las células de mieloma múltiple son plasmáticas anormales que se acumulan en la médula ósea y forman tumores en muchos huesos del cuerpo. Debe de sentir grandes dolores: le cuesta mantener la postura correcta mientras toca el piano y le tiemblan las manos.

Renunciar a la música

Giovanni Allevi tiene 55 años, está casado con una pianista que es a su vez su mánager, Nada Bernardo, y tienen dos hijos: Giorgio y Leonardo. De su vida privada no se sabe mucho más que esto. A pesar de su fama, siempre se mantuvo bien lejos de vender su intimidad. Como músico solo ofrece su don, la música. 

Ahora, atormentado, con heridas y pesadillas, le tiemblan las manos… y, en sus horas bajas, tiene que renunciar también a lo más grande que lleva dentro: la música. Cuando se encuentra un poco mejor ofrece algún concierto a su público. La vida le ha golpeado en el cuerpo y en el alma pero es feliz cuando el piano lo espera.

Tiene una cuenta de instagram (se ve que le han aconsejado que debe tenerla) y escribió hace poco a sus seguidores: “Mi condición me confirma que existe un mundo hecho de humanidad, gentileza, autenticidad y coraje”.

La fragilidad y la música

Un ser muy especial, al que la vida le tenía preparada una dura prueba que está llevando con coraje. Además del don de la música, ahora se descubre su gran capacidad de mostrar el dolor sin temor. Allevi piensa que, como compositor, es su música lo que nos puede ofrecer. Es consciente de haber recibido un don, un regalo: la música. El mismo don que ahora le da esperanza y ánimos para VIVIR. Me parece que este músico italiano es un ejemplo de que los dones recibidos son para servir y aliviar al prójimo.

Afortunadamente en la música no hay ganadores o vencedores, sólo ganas de compartir emociones y experiencias. Para el pianista la emoción es el lenguaje a través del cual nos comunicamos con sinceridad, desnudándonos sin temor de mostrarnos frágiles e indefensos, porque, es en la fragilidad donde está nuestra fuerza en un mundo arrastrado por la razón hacia la competitividad extrema.

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