No es fácil innovar, menos aún ser disruptivo. Sólo desde una preparación rigurosa y un conocimiento exhaustivo de los fundamentos se puede intentar explorar nuevos caminos.
¿Es necesario innovar? Las personas y las instituciones, también las hermandades, no pueden quedar aisladas de su entorno, empeñadas en hacer cada vez mejor lo de siempre. Las corrientes de pensamiento van modificando continuamente los modelos sociales, por lo que es imprescindible un análisis permanente de la realidad para anticiparse a los cambios y seguir siendo fieles a su propósito en las nuevas circunstancias, no permanecer aisladas en una realidad inexistente; en eso consiste la innovación que han de promover los responsables de las instituciones, en nuestro caso de las hermandades. Esa innovación no se hace en el vacío, ni mediante pruebas de ensayo y error, las condiciones personales requeridas para acometer este proceso con garantías son: formación, experiencia reflexionada y una clara conciencia de la libertad personal.
Es conveniente, más bien imprescindible, que los hermanos mayores y miembros de las juntas de gobierno, procuren adquirir una formación adecuada en antropología cristiana; teología moral; derecho canónico; historia de las ideas y de las hermandades, además de capacitación en dirección de organizaciones de personas.
Esa formación es la que proporciona las herramientas necesarias para analizar la realidad social, sin asumir el análisis y el consiguiente relato hechos por otros. Elrelato lo construyo yo en base a mi criterio fundamentadomi experiencia reflexionada. Hay personas a quienes simplemente “le pasan cosas” y otras que son capaces de sacar enseñanzas de esas incidencias contrastándolas con su modelo de pensamiento.
A partir de aquí se podrán ir tomando las decisiones necesarias para mantener a las hermandades fieles a su misión, en eso consiste la innovación.
Este planteamiento incomoda a quienes viven en su burbuja en la que se mueven cómodamente entre altares de culto, salidas procesionales, actividades sociales y cabildos de elecciones. Su aparente conservadurismo, revestido de una cierta superioridad moral, oculta una mentalidad populista, carente de fundamentos y necesitada de un contrario frente al que afirmarse, normalmente quien podría hacer estallar su burbuja al tratar de presentarles el mundo real.
Las personas afectadas por esta mentalidad no acaban de entender el valor de la libertad. Renuncian a la misma, prefieren su existencia como un conjunto de hechos y acciones que se van sucediendo, sin un sujeto enraizado en el ser. Desconocen cómo la libertad de Cristo, manifestada en la obediencia al Padre hasta la Cruz, es la que ilumina el sentido de nuestra libertad, que confiere a la persona su dignidad y su elevación a la condición de hijos de Dios. Una libertad que no depende de la moda ideológica o la opinión de la mayoría y que adquiere su plenitud cuando se descubre como don divino con el que podemos colaborar con Dios en la creación del mundo y en la construcción de la historia.
Esa libertad que tiene un doble aspecto: libertad de coacciones, interferencias, imposiciones y libertad para hacer o ser algo, para comprometerse; una libertad entendida como tarea ética que es, además, personal, sin refugiarse en el anonimato de la masificación en la que se pierde la responsabilidad individual y con ella la posibilidad de vivir una relación auténticamente humana con Dios y con los demás.
Todo esto tiene unos costes que hay que estar dispuesto a asumir. Hoy se reconoce a Goya como un artista innovador y se estudia la revolución estética que supusieron sus Caprichos y sus Pinturas Negras como expresión ideológica del Siglo de la Razón y anticipo de la pintura contemporánea; pero esa innovación se sustentaba en su gran formación artística y técnica, de la que dejo constancia en sus primeras etapas. El camino no fue fácil, hasta llegar a esa libertad de expresión artística había recorrido un largo sendero de estudio y formación, soportó críticas amargas, incluso, con sus Caprichos, despertó el interés de la Inquisición que vio en esos grabados posibles desviaciones doctrinales.
La sociedad actual es muy diferente de la de hace cincuenta años y las hermandades han de dar respuesta a esa nueva situación, han de innovar para seguir siendo fieles su misión; esa innovación exige formación que, que junto con la experiencia personal, proporcionará las herramientas para el análisis del entorno, y tomar las decisiones necesarias con libertad, asumiendo la correspondiente responsabilidad.
Desde luego es más cómodo no tomar riesgos, limitarse a ir haciendo “lo de siempre”, sin exponerse al fracaso o la crítica, pero deslizando la hermandad hacia la mediocridad´.
Doctor en Administración de Empresas. Director del Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme Hermano Mayor (2017-2020) de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo, en Sevilla. Ha publicado varios libros, monografías y artículos sobre las hermandades.