Familia progresista y contracultural

La familia en la actualidad es un elemento de resistencia a las grandes fuerzas de la postmodernidad: la falta de compromiso, la pobreza relacional y la autorreferencialidad.

6 de noviembre de 2022·Tiempo de lectura: 2 minutos
familia

No todo cambio es progreso. El reciente conflicto en Ucrania es una muestra palpable y dolorosa de ello. Progreso no es sólo cambio y evolución, sino cambio y evolución que nos acerque a una vida más plena y feliz. Las metamorfosis experimentadas por las relaciones familiares en las últimas décadas, principalmente en occidente, podrían parecer señales de avance hacia formas de relación más flexibles y libres, que deberían producir como consecuencia una mayor satisfacción en las personas. Esos cambios, sin embargo, están revelando ser signos de retroceso, de empobrecimiento y, en definitiva, de infelicidad. No lo digo yo, lo afirman los más destacados expertos mundiales en Psiquiatría. Lo muestran los resultados de un potentísimo estudio que, desde 1938 investiga la relación entre felicidad y salud de las personas. Publicado en 2018 por el profesor Robert Waldinger, afirma que las relaciones cercanas y duraderas hacen más felices a las personas que la educación, el dinero o la fama. Que la soledad mata tanto como el tabaco o el alcohol. Que los conflictos y las rupturas minan nuestra energía y quiebran la salud. Y que, en las relaciones interpersonales, a pesar de las crisis, lo importante es estar comprometido en la relación, sabiendo que siempre se puede contar con el otro.

La sociología prueba lo que el sentido común nos presenta como intuición: que la familia fundada sobre un compromiso incondicional -llamado, por cierto, matrimonio- es la que “tiene más números” para conseguir que sus miembros sean felices. ¿No es ése el genuino progreso al que todos aspiramos? Además de progresista -promotora de un auténtico progreso-, la familia es hoy también un elemento contracultural. La contracultura, según Roszak, está formada por aquellas formas sociales y tendencias que se oponen a las establecidas en una sociedad. En este contexto, la familia es elemento de resistencia a las grandes fuerzas de la postmodernidad: la falta de compromiso, que conduce a la individualización, a la pobreza relacional y termina en la soledad; y la auto referencialidad, que lleva a pensar que el bienestar y la felicidad se encuentran en nosotros mismos. Las relaciones familiares, por ser un entorno de amor incondicional, permiten desarrollar la seguridad que necesitamos para enfrentar con éxito el resto de relaciones sociales. Lejos de ser una institución rígida, carca y reaccionaria, la familia se revela hoy como un baluarte de resistencia a la pobreza existencial reinante, donde se pueden construir relaciones auténticas en las que -en medio de nuestras limitaciones e imperfecciones, podemos -si queremos- encontrar la felicidad.

El autorMontserrat Gas Aixendri

Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.

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