Vivimos en un contexto cultural plagado de contradicciones. La postmodernidad ha fragmentado la unidad de sentido que el ser humano ha intentado dar al mundo.
Hoy conviven “pacíficamente” movimientos dialécticos, como el ambientalismo, el cientifismo y las diversas propuestas de ingeniería social, a partir de doctrinas como la de género, o la de los derechos del individualismo capitalista.
El ecologismo o ambientalismo trata de fomentar el respeto de los ciclos de la naturaleza, eliminar los elementos contaminantes provenientes de la libre acción humana y preservar la biodiversidad. Por su parte, el cientifismo positivista afirma que sólo es verdadero aquello que es comprobable empíricamente.
Sin embargo, los desarrollos de la doctrina de género se basan en afirmaciones sobre las diferencias sexuales que echan por tierra las evidencias más elementales provenientes de las ciencias empíricas como la genética, la biología o la anatomía, entre otras.
Muchos de los actuales movimientos de la ingeniería social capitalista justifican en los derechos del individuo prácticas de muerte, como el aborto y la eutanasia. Y crean nuevas fuentes de negocio mediante la comercialización de la vida humana, como las clínicas de fecundación artificial; o a través de la instrumentalización de las mujeres en la praxis -legal o ilegal- de la gestación subrogada. ¿No es esto alterar -y radicalmente- los ciclos de la naturaleza, que actúa siempre preservando la vida y la continuidad de las especies?
Como afirma Francisco en Laudato si, “todo está conectado”. La crisis ecológica no es un problema técnico, sino una manifestación de la profunda crisis ética, cultural y espiritual de la postmodernidad. No podemos pretender sanar nuestra relación con el ambiente sin sanar todas las relaciones básicas del ser humano.
Hemos de ser capaces de identificar las grandes contradicciones de nuestro tiempo: la defensa de la naturaleza exige el pleno respeto de los ciclos de la vida y de la muerte.
Los cristianos, fieles al tesoro de verdad que hemos recibido, estamos especialmente llamados a realizar una tarea pendiente: el desarrollo de una nueva síntesis que supere falsas dialécticas de la cultura contemporánea.
Catedrática en la Facultad de Derecho de la Universidad Internacional de Cataluña y directora del Instituto de Estudios Superiores de la Familia. Dirige la Cátedra sobre Solidaridad Intergeneracional en la Familia (Cátedra IsFamily Santander) y la Cátedra Childcare and Family Policies de la Fundación Joaquim Molins Figueras. Es además vicedecana en la Facultad de Derecho de UIC Barcelona.