Eutanasia. Correr hacia la propia destrucción.

1 de mayo de 2021·Tiempo de lectura: 2 minutos
tristeza

Foto: Milada Vigerova

Al tiempo que niños y mayores aplaudían a los sanitarios desde los balcones, mientras se calificaba de héroes a médicos y enfermeras, en el mismo momento en que la lucha por la vida, por la salud, parecía ser el centro de la preocupación en España, el gobierno aprobaba, por la puerta de atrás y con una preocupante prisa, la ley de la eutanasia, elevando la muerte asistida a la categoría de derecho. La aprobación de una ley con las características de la española es preocupante desde todos los ángulos de vista y, por lo tanto, su aprobación, aparte de un fracaso, debe considerarse, para todas las personas que reconocen la dignidad del ser humano, un acicate para continuar cambiando el marco utilitarista y “de descarte” que da lugar a una ley de estas características. 

La entrada en vigor de la nueva ley de eutanasia no sólo despenaliza la opción de quitarse la vida, (lo que significa la eutanasia aunque la expresión sea más aséptica que tirarse desde una ventana) sino que, al considerarla un derecho prestacional, transforma el “derecho a morir” en una acción para la que el Estado ha de procurar los medios, tanto materiales como “formativos”. Resulta chocante si se tiene en cuenta además que, en España, los cuidados paliativos no tienen una ley que los ampare: se considera un derecho la eliminación de la vida, mientras el cuidado y protección de la misma queda a merced “del mercado”. En la actualidad, el desarrollo de la medicina y los cuidados paliativos rompen, por completo, la idea de que la muerte va acompañada de sufrimiento. La compasión se muestra ayudando a no sufrir y no ayudando a morir. De hecho, como señala el presidente del Colegio de médicos de Madrid, Manuel Martínez Sellés “el problema es que a la población se le está presentado la dualidad de eutanasia o sufrimiento. Pero la dualidad no es ésa”.

Manos enfermo

A quienes consideran la vida como un don que merece ser cuidado y respetado de principio a fin queda ahora el apasionante reto de trabajar para cambiar los marcos de interpretación actuales con los que trabaja la opinión pública en este tema. Marcos de interpretación entre los que se encuentran puntos tan delicados como el acercamiento a la compasión, el concepto de “vida digna”, la banalización de la muerte, la mercantilización de la vida o la consideración de que el progreso no es sino una alocada carrera de conquista de supuestos derechos individuales. A todos, en palabras del profesor Torralba, “nos ha de mover la convicción de que existen verdades como el valor de la vida, que la sociedad no debería olvidar”. 

Obligar a los médicos  y sanitarios a trabajar para la muerte y no para procurar el cuidado y mejora de la vida hiere gravemente la médula espinal de una sociedad sana y verdaderamente humana cuya característica habría de ser la de la atención, cuidado y promoción de los más débiles. 

Como describe uno de los colaboradores de Omnes, Javier Segura, “quien arroja como una carga a los más débiles, caminará más rápido, podrá correr incluso, pero lo hará hacia su propia destrucción”.

El autorOmnes

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