FirmasVitus Ntube

Abandonad toda desesperanza, vosotros que entráis

En medio de cada desafío podemos encontrar una invitación inesperada a redescubrir la gratitud y la auténtica alegría

10 de enero de 2025·Tiempo de lectura: 3 minutos

Abandonad (vosotros que entráis) toda esperanza..”

“Lasciate ogni speranza, voi ch’entrate.”

Dante, Canto 3, Divina Comedia

Esta escalofriante inscripción de Dante, sobre la entrada del infierno en La Divina Comedia, resonaba en mi mente mientras descendía del avión al regresar a casa después de los años de estudio.

Sentía como si el mismo mensaje lúgubre marca el umbral del aeropuerto. Parecía más una entrada a un mundo consumido por la desesperación.

La esperanza parecía haber desaparecido, reemplazada por una oscuridad asfixiante que me envolvía a cada paso.

Mis amigos suelen pedirme que les cuente mis experiencias al regresar a casa, pero ¿cómo comienza uno una historia basada en una impresión tan sombría?

Antes, había pasado seis meses de trabajo pastoral en Valencia, durante los cuales llevé un diario inspirado en El diario de un cura rural de George Bernanos, al que titulé El diario de un cura valenciano.

Sin embargo, ahora, de regreso a Nigeria, mi tierra natal, ¿cómo puedo empezar mi diario con este contraste tan marcado? El mundo al que llegué no era simplemente gris (he hablado antes de la gloria del gris en otro lugar); estaba envuelto en tinieblas: un sentimiento de desesperación omnipresente, como si cada paso exigiera el abandono de la esperanza.

La vida cotidiana subrayaba esta realidad. Desde las picaduras incesantes de mosquitos hasta la electricidad poco fiable y el calor opresivo, el mal gobierno, etc., cada experiencia parecía afirmar el estado sombrío de las cosas.

No es necesario seguir con una larga lista de ejemplos. Sin embargo, en medio de estos desafíos, encontré en cada caso una invitación inesperada a redescubrir la gratitud y la auténtica alegría. Fue una escuela dura y realmente humillante.

Lentes de esperanza

A pesar de esta desesperación, encontré consuelo en los escritos de G.K. Chesterton. En una ocasión describió la era de Charles Dickens como plagada de dificultades, pero Dickens eligió ver el mundo a través del lente de la esperanza. Encontró la manera de infundir esperanza en las realidades más sombrías de la era victoriana. Por ejemplo, demostró cómo, incluso en la desesperanza, puede surgir la grandeza, aunque requiere valor, perseverancia y el ánimo. Fomentar la grandeza en todos a menudo genera logros extraordinarios en algunos. La verdadera excelencia surge de una igualdad que reconoce el potencial compartido de grandeza que nos une a todos.

La verdadera esperanza no surge en tiempos de optimismo, sino ante la adversidad abrumadora, en una situación desesperada. Porque, como escribe Chesterton, «mientras las cosas sean realmente esperanzadoras, la esperanza no es más que un halago o un tópico; solo cuando todo está perdido, la esperanza comienza a ser una verdadera fortaleza. Como todas las virtudes cristianas, es tan irracional como indispensable».

Esta paradoja de la esperanza—su naturaleza irracional pero esencial—resonó profundamente en mí, especialmente al contemplar sobre la historia de Navidad. Fue solo después de que José y María enfrentaran el rechazo, al no encontrar lugar en la posada, que la Esperanza misma nació en Belén. La esperanza entró en el mundo cuando las cosas estaban realmente desesperadas.

Es cuando las cosas son verdaderamente oscuras que la esperanza es necesaria y comienza a tener sentido. Esta paradoja, que la esperanza florece frente a la desesperanza, se convirtió en un principio rector mientras comenzaba a navegar los desafíos de mi regreso.

Si la situación a mi alrededor parece oscura y sombría, paradójicamente, es precisamente porque la situación es desesperada que la esperanza se vuelve esencial, así crea el espacio perfecto para que pueda echar raíces y transforme vidas.

Así como Dickens infundió esperanza y confianza en sus personajes, permitiendo su transformación, yo también debo esforzarme por inspirar y ayudar a otros a renovarse mediante la esperanza. Si hay algo que debe abandonarse al entrar en esta parte del mundo, debe ser la desesperanza.

Al concluir esta reflexión, estoy considerando una inscripción para colocar en mi oficina: un recordatorio para mí mismo y para todos los que entren de que su situación no está exenta de esperanza y de que pueden comenzar de nuevo.

Esta oficina será una sala de ánimo, donde extraiga fuerza de las historias de quienes enfrentan sus desafíos de frente y, a su vez, les ofrezca palabras de esperanza. Será un espacio donde nos recordemos mutuamente que, incluso en los tiempos más oscuros, permanece la posibilidad de renovación. La inscripción diría: «Abandonad toda desesperanza, vosotros que entráis aquí».

El autorVitus Ntube

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