Entrada libre

El Señor nos invita, ya aquí en la tierra, al banquete de la Eucaristía, en la que él mismo nos entrega su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, y, después, al banquete de bodas en el Cielo.

18 de octubre de 2024·Tiempo de lectura: 2 minutos
Entrada

(Unsplash / Raychan)

En muchas actividades a las que se nos invita se dice “entrada libre hasta completar aforo”. Y es que el espacio es determinante a la hora de calcular la entrada… pero no pasa así en el Cielo… ni siquiera en la tierra cuando hablamos de la Iglesia.

En la Iglesia, como en el Cielo, cabemos todos. No hay límite por espacio. Todos podemos entrar si estamos preparados y queremos participar con sinceridad y sencillez de corazón. No hay restricciones ni límites, y, de hecho, el Señor quiere invitarnos a todos. “Nuestro Salvador quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4).

El Papa ha elegido como lema para el DOMUND de este año, las palabras del Señor que recoge Mateo: “Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, llamadlos a la boda” (22, 9). Este mandato de Cristo, nace de su deseo que la salvación llegue a todos los hombres, para que todos descubran la misericordia del Padre, que quiere compartir con ellos, con nosotros, con todos, su amor y su vida.

El Señor nos invita, ya aquí en la tierra, al banquete de la Eucaristía, en la que él mismo nos entrega su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad, y, después, al banquete de bodas en el Cielo… Y para que la sala de los comensales se llene, necesitamos misioneros que salgan a los caminos de esta tierra a invitar a los hombres y mujeres de buena voluntad, a entrar en esta maravillosa fiesta que el Señor nos ha preparado.

Este mes de octubre, no nos olvidemos que, con nuestra oración por los misioneros, por las vocaciones a la misión y por los que están comenzando a conocer a Cristo, con nuestro pequeño o grande sacrificio ofrecido por estas intenciones y con nuestro donativo… estamos siendo misioneros y haciendo posible que el Evangelio sea predicado en tantísimos lugares del mundo. De nosotros también depende que muchos entren en el banquete del Señor.

El autorJosé María Calderón

Director de las Obras Misionales Pontificias en España.

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