En Roma, este año el verano de san Martín fue especialmente caluroso. Tal vez esto sea para hacer más evidente a todos la necesidad de un esfuerzo común para combatir el cambio climático: lo cierto es que durante los días cercanos al 11 de noviembre en la capital del cristianismo la temperatura alcanzó los 20 grados, igualando los récords históricos de 1978 y 2005.
El fenómeno meteorológico me impulsó a retomar la historia del tradicional acontecimiento milagroso y, en consecuencia, la figura de un santo que, durante siglos, ha sido aclamado como uno de los de mayor devoción popular, siendo “el primero” -o entre los primeros- “santos no mártires”. Que su figura brilla con una luz especial lo demuestra el oficio compuesto para su fiesta. Allí se subraya que para ser “mártir”, o “santo”, no es necesario hacer un sacrificio sangriento de la propia vida. “Alma santísima”, como está escrito en la Antífona del Magnificat de su memoria, “aunque la espada no te haya alcanzado, no has perdido la gloria del martirio”. Su vida transcurrió en los años cercanos al Edicto de Constantino y este énfasis litúrgico es muy importante.
Es especialmente importante para quienes sostienen la idea de que la santidad concierne a todos los cristianos, incluso a los de la vida ordinaria, incluso a los que no tienen posibilidad de morir como mártires. Incluso aquellos que hoy están llamados a ser santos y a poner en práctica los numerosos gestos de la vida cotidiana, que la encíclica Laudato Si (LS) presenta como prácticas virtuosas dignas de ser promovidas porque están orientadas al cuidado de la casa común. Por citar algunos ejemplos, puedo mencionar la invitación a ser más cuidadosos en el reciclaje del papel (LS, n. 22), a no desperdiciar un bien preciado como el agua (LS, n. 27), a no cocinar de más y a no tirar los alimentos (LS, n. 50), a no abusar del medio ambiente (LS, n. 50), ni del uso de aires acondicionados (LS, n. 55), prestar atención a la recogida selectiva de residuos (LS, n. 192), reducir el uso de materiales plásticos, plantar árboles, apagar las luces innecesarias (LS, n. 211), etc.
Junto a estos gestos también hay otros ejemplos que tienen una dimensión social más amplia, ya que afectan al mundo empresarial y de la investigación (LS, n. 112) o a las comunidades urbanas, como la mejora del sistema de transporte público para reducir el uso de los coches privados (LS, n. 153). En definitiva, con su verano especialmente caluroso, quizás este año san Martín quería animarnos a ser santos, no por la espada, sino por nuestro compromiso de cuidar la casa común.