El 16 de abril se han cumplido 26 años del asesinato del niño cristiano Iqbal Masih a manos de las mafias tapiceras de Pakistán. Su delito fue denunciar la esclavitud a la que era sometido, y a la que siguen siendo sometidos hoy millones de niños en todo el mundo. Con la pandemia no ha dejado de aumentar el sufrimiento de estos niños.
Las crisis, como las que estamos viviendo en estos momentos, y cuyos ciclos vemos repetirse en periodos cada vez más cortos, no han sido la oportunidad para replantear transformaciones radicales más favorables a una economía centrada en el bien común. Son crisis que han sido aprovechadas por los mejor colocados, por los más beneficiados de esta economía.
El Papa Francisco hace constantes llamamientos para eliminar esta plaga por la cual deberemos rendir cuentas a Dios.
La esclavitud infantil es “un despreciable fenómeno en aumento sobre todo en los países más pobres”, recordó Francisco al inicio de su pontificado, durante la audiencia general que celebró en la Plaza de San Pedro el 12 de junio de 2013.
“Son millones, sobre todo niñas, los menores obligados a trabajar, principalmente en el trabajo doméstico, lo que comporta abusos y maltratos. Se trata de esclavitud y espero que la comunidad internacional tome más medidas para afrontar esta auténtica plaga”, exhortó el Papa. Todos los niños del mundo tienen que tener derecho a jugar, estudiar, rezar y crecer en una familia y en el contexto armónico del amor.
En la catequesis del 11 de junio del 2014, dedicada al “temor de Dios”, Francisco expresaba: “Pienso en aquellos que viven de la trata de personas y del trabajo esclavo: ¿ustedes piensan que esta gente tiene en su propio corazón el amor de Dios, uno que trata las personas, uno que explota las personas con el trabajo esclavo? ¡No! No tienen temor de Dios. Y no son felices. No lo son”. “Que el temor de Dios les haga comprender que un día todo termina y que deberán rendir cuentas a Dios”.
Hablando al Cuerpo Diplomático en enero 2018, el Papa Francisco afirmaba: “No podemos pretender que se plantee un futuro mejor, ni esperar que se construyan sociedades más inclusivas, si seguimos manteniendo modelos económicos orientados a la mera ganancia y a la explotación de los más débiles, como son los niños. La eliminación de las causas estructurales de este flagelo debería ser una prioridad para los gobiernos y las organizaciones internacionales, que están llamados a intensificar sus esfuerzos para adoptar estrategias integradas y políticas coordinadas, destinadas a acabar con el trabajo infantil en todas sus formas”.
Todos somos responsables de todos. La lucha contra la esclavitud infantil debe estar unida en todo momento a la lucha contra una economía que mata y a la lucha por el reconocimiento inequívoco de la dignidad inalienable de toda vida humana en todas sus etapas y circunstancias.
Párroco en las parroquias de Santa María Reparadora y Santa María de los Ángeles, de Santander.