Vamos a vivir bien este mes. No hace falta mucha imaginación: rezar el rosario, ofrecer alguna Misa, dedicar un tiempo de nuestra oración a pedir por los misioneros… ¡ofrecer algún posible sacrificio por esta preciosa intención! Preguntar en la parroquia o en la diócesis qué actividades de formación y oración misionera se van a llevar a cabo en nuestra ciudad… No estamos perdiendo el tiempo, sino apoyando la vida de la Iglesia.
No sé qué fruto dará en el corazón de la gente, no sé que frutos podrán cosecharse en la vida misionera de la Iglesia. Lo que sí sé, porque es evidente, que tras este mes seguirá siendo necesario que recemos por la misión de la Iglesia, que una vez pasado el mes de octubre; seguiremos necesitando que los jóvenes se planteen con generosidad y sencillez si Dios puede estar llamándoles por el camino de la entrega y de la misión; seguirá habiendo hombres y mujeres que no amen al Señor, porque no han tenido la oportunidad de que nadie les haya hablado de Él…
Soy sacerdote, no recibí este don para encerrarme en mi habitación. Tú tienes corazón sacerdotal, porque participas, también, del sacerdocio de Cristo por tu bautismo… ¡Ese corazón quiere a Dios y quiere a todos los hombres! Corazón sacerdotal significa corazón que quiere a todos y les quiere con el amor de Dios: ¡te importa, nos importa, que ellos, los que todavía no le conocen, le amen! ¡Te importa, nos importa, que ellos, los que todavía no lo saben, descubran cuánto les ama Dios! ¿Y te vas a quedar quieto?
Ojalá este Mes Misionero Extraordinario sirva, al menos, para que todos los cristianos crezcamos en el deseo de ser instrumentos de Dios y de la Iglesia para llevar el amor de Dios a los hombres que no están cerca de Él.