-Texto MAURO LEONARDI
—Sacerdote y escritor @mauroleonardi3
Al agradecer a Dom Gianni, abad de San Miniato, los ejercicios predicados a la Curia, el Papa subrayó el itinerario que cada creyente está llamado a seguir. “La fe”, dijo, es abandonarse firmemente en lo que aún no ves, esperanza es esperar lo que crees firmemente, amar es estar en la presencia”.
El camino de la santidad no es llenarse de teoremas, ni siquiera de los de la teología, sino recorrer los caminos que se abren ante nosotros. Durante su predicación, Dom Gianni mencionó muchas referencias culturales importantes: no debemos olvidar, sin embargo, que el tiempo de la santidad es vivir el presente vigilante, especialmente el que parece que no tiene relevancia.
“Presente vigilante” porque Dios es el presente eterno, y si queremos vivir sobre sus pasos debemos vivir en el presente a su imagen. La vigilancia consiste en vivir sin melancolías y sin bloqueos hacia el pasado y sin huidas hacia adelante. Sí a la memoria y a la esperanza; sí a la capacidad de tener proyectos, pero sin revoluciones que quieran derribarlo todo inmediatamente con la intención radical de “recomenzar de cero”.
El camino de la santidad se convierte así en una oración para conocer la belleza y la grandeza de un camino en el que Dios se nos manifiesta de un modo particular, no por lo que sucede sino por cómo escuchamos lo que sucede en el instante presente. Es necesario por tanto orar para estar abierto a todo lo que Dios obra a través de nosotros y para poder, en un segundo momento, agradecer y regocijarse por lo mucho que obra en nuestra vida y a través de nosotros. La vida es un sendero que recorremos de noche, cuando aún no ha amanecido. Entonces, la linterna que llevamos con nosotros debe iluminar el camino y debemos vencer la tentación de examinar el valle con nuestra pequeña luz. Si cometiéramos este error, el valle no se iluminaría y, además, no sabríamos dónde poner los pies.