Hoy, 29 de febrero, es un día excepcional pues no existe cada año, pero tampoco cada 4, como mucha gente cree. Lo más curioso es que su existencia está íntimamente unida al Papa cuyo retrato ilustra este artículo y a la celebración de la Semana Santa cuyo cálculo, además, puede cambiar a partir del año próximo.
El papa en cuestión es Gregorio XIII a quien debemos la puesta en marcha, en el año 1582, del calendario que se usa hoy prácticamente en todo el mundo y que, en su honor, se denomina «calendario gregoriano». Su propósito fue el de arreglar el desbarajuste que el paso del tiempo había causado en el menos preciso calendario juliano, que se venía utilizando desde que Julio César lo promulgara el año 46 a.C.
Y es que es fijar un calendario exacto es tarea ardua pues hay que contar en días (rotaciones de la Tierra) el tiempo que tarda nuestro planeta en dar la vuelta al Sol y, obviamente, estos dos movimientos de la naturaleza no tienen por qué estar coordinados para coincidir en números enteros. Así pues, cada año no dura 365 días, sino 365,2425 días.
Los egipcios (en cuyos cálculos se basaron los matemáticos romanos) sabían que el año duraba 365 días y casi un cuarto de día, por lo que el calendario juliano preveía también, como el nuestro, cada cuatro años, los bisiestos, pero no se disponían igual. Cada cuatro años, añadía un día a los 28 del mes de febrero, aunque no existía el 29 de febrero. Lo que se hacía era repetir el día sexto antes de las calendas (primer día del mes) de marzo, de ahí la denominación de bi-sexto. En definitiva, al día 23 de febrero le seguía un 23 de febrero bis. Esta corrección cuatrienal permite reducir el error entre el año natural y el año del calendario a solo 11 minutos. En principio parece poco tiempo, pero, al acumularse a lo largo de los siglos, los minutos se transforman en horas, en días… Hasta que no se tuvo más remedio que corregir de forma drástica.
Pero ¿de dónde el interés del Papa en arreglar una organización que parecería más bien corresponder al ámbito civil? Pues de algo tan importante como es fijar la celebración de la más grande fiesta cristiana, la Pascua de Resurrección que estaba fuera de su sitio.
Resulta que en el Concilio de Nicea (año 325) todas las Iglesias se pusieron de acuerdo en que la Pascua se celebraría el domingo que sigue a la luna llena (14 del mes de Nisán) después del equinoccio de primavera en el hemisferio norte. Aquel año, el equinoccio tuvo lugar el 21 de marzo, pero, pasado el tiempo, esta fecha se había ido adelantando por el efecto acumulativo del que ya hemos hablado. Nada más y nada menos que 10 días de diferencia con la fecha en la que Gregorio XIII acometió su reforma, en vez del 21, el equinoccio se produjo el 11 de marzo.
La reforma del Papa Gregorio quería corregir este desfase, estableciendo un nuevo cómputo que fue desarrollado precisamente por científicos españoles, concretamente de la Universidad de Salamanca. Este algoritmo tiene un error mínimo de tan sólo un día cada 3.323 años y establece lo siguiente: Será bisiesto cada año múltiplo de 4 —pero no siempre como casi todos creemos—; se exceptúan los múltiplos de 100 (por eso no fueron bisiestos los años 1700, 1800 o 1900) aunque sí lo mantienen los múltiplos de 400 (por lo que sí fueron bisiestos los años 1600 y 2000). Gracias a esta regla, aún nos quedan todavía casi tres milenos sin preocupaciones.
Pero ahora hay otro problema: resulta que, aunque ciertamente la Iglesia católica solucionó el desfase adoptando el calendario gregoriano, las iglesias orientales no lo hicieron y continuaron con el antiguo calendario juliano. Por lo tanto, los cristianos celebramos la Pascua en dos fechas distintas y eso es un escándalo de desunión que ya san Pablo VI insistió en que había que resolver.
Providencialmente, el año que viene los cálculos de unos y otros van a coincidir el mismo día. La Pascua 2025, no importa qué calendario se use para calcularla, será el 20 de abril. Pero es que, además, se cumplen 1.700 años de aquel Concilio de Nicea que fijó la fecha de la Pascua. Los astros, nunca mejor dicho, parecen alinearse para que los cristianos demos ese paso de unidad que sería celebrar todos la Pascua el mismo día. Pero, ¿qué día? La pelota está ahora en el tejado de las iglesias orientales que tienen que ponerse de acuerdo, puesto que el Papa Francisco ha expresado su intención de aceptar pulpo como animal de compañía.
¿Será por tanto este 2024 el último en el que sigamos el actual cálculo de la fecha de la Semana Santa? Yo creo que hay que rezar para que así sea y los cristianos podamos dar un testimonio de comunión tan necesario en un mundo tan dividido como el nuestro.
Por cierto, volviendo al tema de las curiosidades del calendario gregoriano, su implantación fue la causa de que santa Teresa de Jesús muriera un 4 de octubre y fuera enterrada al día siguiente, 15 de octubre de 1582. Sí, ha leído bien y no hay errata. Tampoco fue un fallo en la matrix. Pero eso ya lo explicaré en su fiesta. ¡Lo que da de sí el calendario gregoriano!
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.