Pocas innovaciones han tenido una implantación más rápida en la vida de Occidente que la Inteligencia Artificial. Lo que en 2019 eran simples pruebas, beta, son hoy aplicaciones tangibles que nos sorprenden por su capacidad y que provocan, en no pocos casos, cierto temor ante la aparente infinitud de las posibilidades que ofrece. El hombre se ve pequeño ante una máquina que, como Pigmalión, parece amenazar con superarle, con suplantarle.
“Todos somos conscientes de cuánto la inteligencia artificial esté cada vez más presente en cada aspecto de la vida cotidiana, tanto personal como social. Esta incide en nuestra forma de comprender al mundo y a nosotros mismos”, comentaba el Papa a los participantes en el encuentro Rome Call organizado por la fundación Renaissance el 10 de enero de 2023. En efecto, la Inteligencia Artificial ha irrumpido en todos los ámbitos de nuestras vidas: medicina, seguridad, comunicaciones, docencia y evangelización, despertando temor y emoción a partes iguales.
El propio Papa Francisco ha dedicado a esta realidad dos de sus mensajes más importantes del año 2024: el Mensaje con ocasión de la 57 Jornada Mundial de la Paz, con el que inauguraba este año, y el destinado a la 58 Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Se trata de un botón de muestra de la importancia que el pontífice otorga a la Inteligencia Artificial.
El Papa ha destacado, en no pocas ocasiones, la necesidad de establecer “modelos de regulación ética para frenar las implicaciones nocivas y discriminatorias, socialmente injustas, de los sistemas de inteligencia artificial y contrarrestar su uso en la reducción del pluralismo, la polarización de la opinión pública o la construcción de un pensamiento único”.
Ante la Inteligencia Artificial tenemos dos peligros, aparentemente opuestos pero en el fondo similares en su naturaleza. Por un lado, la visión alarmista ante esta realidad y el rechazo a integrarla en nuestras vidas; y, por el otro, la idílica concepción de que todo lo que produzcan estas nuevas herramientas será positivo. Ni una ni otra. Será el comportamiento de las personas y los puntos de asiento de la ética humana los que sean capaces de conducir esta inteligencia en favor del bien común.
Esos desafíos técnicos, antropológicos, educativos, sociales y políticos que plantea la IA forman parte de las reflexiones que, en este número de Omnes, realizan expertos de diversos campos. Ante cada uno de nosotros emerge el reto de utilizar nuestra inteligencia humana -creativa y, en cierto modo, divina- para que este vasto campo de progreso que se abre gracias a la inteligencia artificial no haga sino volvernos cada vez más humanos.