Le propongo un ejercicio: abra su periódico habitual, su web informativa preferida, ponga su boletín diario de radio o televisión y comprobará cómo, entre las primeras noticias, aparece el dolor de alguna madre.
Comparto las que yo me he encontrado el día en que escribo este artículo: en portada, el dolor de Nadia, que ha visto morir bajo los escombros a su hijo Nadir, de 6 años, en el terremoto de Marruecos; más abajo, el de la madre de Emanuel, que acaba de recibir la noticia de que Salvamento Marítimo suspende la búsqueda de su hijo desaparecido; y finalmente, en el módulo de noticias más leídas, las declaraciones de Cristina, que trata de reponerse del suicidio de su joven vástago. ¿Cuánto dolor es capaz de soportar una madre?
Tampoco son pequeños los dolores de las madres que no ocupan titulares. Haga un repaso por sus círculos sociales: sus vecinos, sus compañeros de trabajo o estudios, o su familia. Seguro que ahí encuentra mucho, pero que mucho dolor de madre. Madres de hijos enfermos, de hijos que no llegan a fin de mes, de hijos que pasan por un divorcio complicado, que caen en adicciones o que no logran alcanzar sus metas. Allá donde haya una persona que sufre, hay una madre que sufre. Si usted lo es, ya sabe de qué hablo.
¿Y los padres? ¿Es que no sufrimos los padres? Por supuesto que sí, pero no rozamos ni de refilón la peculiar relación de una madre con la persona que ha gestado, a la que conoce desde mucho antes que nosotros y a la que ha parido y amamantado. Es una relación, literalmente, entrañable; pues es biológica, química, incluso genética, pues como ya expliqué en uno de mis hilos, parte del ADN de los hijos permanece en el cuerpo de la madre hasta su muerte. Y esto es algo que los varones, por mucha inteligencia emocional que tengamos, no podemos experimentar.
El sufrimiento es muy subjetivo, y estoy convencido de que hay veces en las que las madres sufren más ante el dolor de sus hijos que ellos mismos. Quien haya tenido la oportunidad de visitar una planta de oncología pediátrica, podrá comprobar cómo hay mucha más angustia en las caras de las madres que en las de los niños.
Hoy celebramos la fiesta litúrgica de Nuestra Señora de los Dolores en sus diferentes versiones: Angustias, Amargura, Piedad, Soledad… El día después de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de septiembre), conmemoramos el dolor de María junto a la cruz de su hijo.
Y yo me pregunto, ¿quién de los dos sufrió más, la madre o el hijo? Obviamente, el dolor causado por una tortura física tan absolutamente inhumana como la que se le aplicó a Jesús es difícilmente superable, por muy unida que estuviera María a su hijo; pero hay un acontecimiento en la Pasión que puede pasarnos desapercibido y que es trascendental para entender el nivel de sufrimiento de María. Me refiero a cuando Jesús dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» y luego a Juan: «Ahí tienes a tu madre». En ese momento, el Señor transfirió su especialísima relación con María a toda la humanidad, representada en el discípulo amado. Así que ya no era solo el dolor de cada latigazo en la espalda, de cada humillación, de cada clavo en las manos y en los pies de su Hijo lo que le tocaba soportar; sino que, como nueva madre del género humano, recayeron de golpe sobre sus hombros las penas de todos los seres humanos a lo largo de los siglos.
Es lo que celebramos en este día: que María sufre hoy, con Nadia, el desgarro de perder a su niño Nadir en el terremoto de Marruecos; junto la madre de Emmanuel, la incertidumbre por la suerte del joven en medio del océano; y con Cristina, la impotencia de no haber podido evitar el suicidio de su hijo. María, como madre de todos, se ha hecho cargo de hasta el último dolor que haya usted podido encontrar hoy en su periódico o en su informativo. María es la señora de todos nuestros dolores, de los suyos y de los míos. Ella no nos abandona nunca, por muy grande que sea nuestra pena. No huye. Permanece junto a nosotros, al pie de la cruz, consolándonos, sufriendo a nuestro lado.
Así que hoy me caben solo palabras de agradecimiento. Agradecimiento a Dios por haber tomado nuestros sufrimientos y haberlos cargado en su cruz; y agradecimiento por habernos entregado en el Calvario a la Madre del Mayor Dolor, a la Señora de Nuestros Dolores, a Nuestra Señora de los Dolores.
Periodista. Licenciado en Ciencias de la Comunicación y Bachiller en Ciencias Religiosas. Trabaja en la Delegación diocesana de Medios de Comunicación de Málaga. Sus numerosos "hilos" en Twitter sobre la fe y la vida cotidiana tienen una gran popularidad.