El autor del Cantar de los Cantares es un Dios que desposa a la mujer de la historia, quien la decora de joyas preciosas, y con delicada compasión sana sus heridas, la reconstruye y redime, hasta vestirla de una nueva dignidad y propósito de vida. Es Dios quien define Su relación con el pueblo escogido y con el pueblo redimido como la relación del Amado con Su Amada, de Yahvé con la Jerusalén de Su predilección, de la gallina que añora recoger a sus polluelos, del pastor al constante y absorbente cuidado de sus ovejas, del rabino que sienta en su regazo a los niños de la Galilea, y finalmente, del novio de la Parábola que reaparece como el Rey de Reyes quien se une a Su esposa, la Iglesia del Apocalipsis.
¡Cuántos acentos varoniles y cuántas pinceladas femeninas son utilizados para redactar una historia de amor la cual se sigue escribiendo en la vida de cada convertida o seducida por el Señor! Al presentar casos de figuras bíblicas femeninas, aunque de tiempos pasados, espero que cada mujer de hoy, dentro de su idiosincrasia particular, lea parte de su propia historia presente. Y al estilo de un trabajo bordado que se entrelaza o desencadena, ojalá que cada una encuentre el hilo en común, es decir, aquel episodio semejante en todas las historias, el que nos caracteriza, empareja y humaniza a todas.
Isabel, prima de María y madre de Juan el Bautista
Al estilo de varias mujeres importantes del Antiguo Testamento como Sara, Raquel y Ana, Isabel representa la mujer estéril, aquella a quien la vida misteriosamente ha privado de las gracias y generosidades que por naturaleza le correspondería recibir: los dones de la fertilidad de la vida, de la maternidad garantizada, de la familia crecida o multiplicada, de sentir que la vida ha tenido propósitos y legados, y el dolor ha engendrado frutos. La esterilidad cruelmente es sinónima o figura de imposibilidad, de sentido de fracaso, abandono, injusticia, desierto, defecto o deficiencia. Una mujer estéril puede llegar a vivir el sentir de los desfavorecidos y desatendidos por el aparente silencio o indiferencia del autor de la vida, o la crueldad de la naturaleza.
Pero la mujer estéril no solo es aquella que no puede tener hijos sino también aquella que siente que su vida no produce frutos, que todos sus esfuerzos son en vano, que su belleza y juventud desvanecen, que su tiempo de felicidad ha caducado. Así se siente aquella que con nostalgia divisa las bendiciones que otras aparentan gozar pero que por alguna razón, ella no ha merecido heredar porque la vida la sorprendió con el vacío, la ausencia y la soledad.
Pero tanto Isabel como muchas de ellas, dentro de sus desánimos y cansancios, a pesar del desgaste emocional y espiritual que pueden producir largas jornadas de oraciones sin respuestas, no dejaron de creer y de seguir clamando. Creyeron en el Dios de los imposibles, en el Omnipotente e Impredecible quien es capaz de producir agua dejándola caer del cielo o moviendo los pozos profundos de la tierra. Siguieron clamando al Dios de Isaías (Isaías 43, 19, Isaías 44, 3) quien voluntariamente ofreció transformar los desiertos en praderas y hacer correr ríos sobre tierras áridas. Gritaron al Dios que promete recompensa y valora el esfuerzo del sacrificado (Isaías 49, 4). Estas mujeres que no dejan de clamar al todopoderoso saben que siempre Él será enternecido por un corazón humilde y le promete que no se irá vacía o despreciada de Su presencia. Y porque perseveran en la fe y no se dejan intimidar por las circunstancias de la vida, presentan su caso en la corte celestial ante el Juez de los humildes y desventurados hasta conseguir un fallo a su favor: serás madre de pocos o de muchos, física o espiritualmente porque tu vida producirá abundantes frutos.
Grita de júbilo, oh tú que estabas estéril pues mira a los hijos de la abandonada, serán más numerosos que los de la favorecida (Isaías 54, 1). Con la mujer física o emocionalmente estéril que clama a Dios por sanación y transformación de vida, Dios firma un pacto de amor, provisión, cuidado, defensa, ternura y realización. Cuando antes imperaba la soledad, ahora ella vivirá constantemente bajo la atención y cuidado de un proveedor rico en misericordias; Yo asentaré tus muros sobre piedras preciosas y serán tus cimientos de zafiro y tus puertas de cristal. Todos tus hijos serán instruidos por Yahvé y grande será la felicidad de tu casa (Isaías 54, 11-13).
Mientras más se tarda una respuesta de Dios es porque más elaborado será el milagro. Los ángeles necesitan más tiempo para ensamblarlo. Y mientras más llorada fue la oración, más grandioso será su propósito. Los hijos de las estériles fueron también quienes en las narraciones bíblicas, nacieron con grandes propósitos, unciones proféticas, destinos impresionantes; vidas necesarias e imprescindibles para la historia. Si te identificas con Isabel, cree, ora, grita y clama, y espera como ella, y también tú recibirás el milagro de la fertilidad de la vida en su manifestación física o espiritual. Dios se tarda pero en el ámbito de la eternidad, todavía está a tiempo para transformar realidades y en cualquier momento, sorprenderte con sus misericordias. Si por un momento te oculté mi rostro, con inmensa piedad y con amor que no tiene fin, me apiado de ti (Isaías 54, 8).