Dialogar: una necesidad, una ocasión

13 de febrero de 2016·Tiempo de lectura: 2 minutos

Dialogar con los otros es una necesidad humana, una condición del ser de las personas. Las humaniza y las enriquece; y les permite desarrollar acciones en común. En ese sentido es necesario para la convivencia en sociedad, pues no hay otro modo de articular proyectos comunes y de sumar las aportaciones de todos. Si hay heridas o recelos podrá resultar difícil, pero abrirá el paso a una reconciliación. Como parece obvio, presupone el reconocimiento de una dignidad común a todos, por encima de diferencias de cualquier tipo, y la fidelidad de cada uno a sus propias convicciones personales. Ésta enriquece a todos, más que impedirles escuchar o colaborar.

Hay momentos en que las actitudes de diálogo y respeto se descubren como deseables y beneficiosas. Es el caso de algunas situaciones actuales, en esferas dispares. En el ámbito religioso, acabamos de celebrar la semana anual de oración por la unidad de los cristianos, con muestras de comprensión y afecto que, sin ocultar las diferencias, muestran un real acercamiento de los creyentes en Cristo, todo ello en la perspectiva del quinto aniversario de la reforma luterana el año próximo. En la relación entre las diversas religiones, hay que destacar la cálida acogida al Santo Padre en la sinagoga de Roma, en medio del alentador contexto creado por los documentos publicados de manera casi simultánea en diciembre por la Comisión de la Santa Sede para las Relaciones con el Judaísmo y por un elevado número de rabinos, incluyendo un novedoso planteamiento de las consideración mutua. También en las relaciones con los musulmanes son claros los beneficios del diálogo y la necesidad de fomentar la reconciliación. El mismo principio debería acompañar el esfuerzo, necesario, de integración en Europa de emigrantes y refugiados.

Volviendo la mirada a otro contexto, la actual situación política española reclama igualmente, según la interpretación unánime, una nueva disposición de diálogo. El Compendio de Doctrina Social recuerda que la promoción del diálogo debe inspirar la acción política de los cristianos laicos (n. 565). Es necesario que se encuentren los modos de favorecerlo en los diversos niveles en que se plantean los problemas, muchos de ellos graves y en situación aparente de bloqueo: políticos, laborales, económicos, territoriales, ideológicos… Pero la sociedad también necesita que el diálogo no se reduzca a un elemento táctico, a un recurso a corto plazo para encontrar fórmulas que sólo resuelvan dificultades coyunturales. Ha de traducirse en una nueva disponibilidad para servir a proyectos comunes de convivencia. Podría ser una ocasión para fortalecer la democracia y renovar la cultura política.

El autorOmnes

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