La cultura de la prevención

Es cada vez más frecuente conocer a gente que normaliza el consumo de drogas y alcohol para uso recreativo. Esta situación requiere realizar, no solo una labor de educación y concienciación, sino adelantarse a los abusos de sustancias fomentando una cultura de prevención.

29 de agosto de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
Drogas

(Unsplash / Alexander Grey)

Todos los López G. se reunieron después de mucho tiempo para convivir, se reencontraron hermanos, primos, tíos y abuelos. Compartían con tristeza una realidad que nos rebasa: 6 de los jóvenes de la familia, primos entre ellos, estaban ya en fases avanzadas de adicción a drogas y alcohol. Los comentarios expresaban, de forma velada, una especie de rendición ante el fenómeno: “la juventud está perdida, no hay nada más que podamos hacer, ya hemos intentado de todo, los amigos influyen más que los padres y hermanos”, etc.

La Iglesia es consciente de esta problemática y, aunque no lo suficiente, ha actuado con eficacia, coordinada con las instituciones médicas, legales y especializadas por bastante tiempo. 

Recientemente el Papa Francisco nos pedía que no nos rindiéramos ante el fenómeno y que luchemos coordinados para combatir este mal: se trabaja arduamente en la recuperación pero es necesario invertir mucho más en la prevención, advirtió. 

El Dicasterio para el servicio del desarrollo humano integral organizó hace algunos años la conferencia internacional titulada: “Droga y adicciones, un obstáculo al desarrollo humano integral”. En ella, Mons. Pietro Parolin, aseguró que el fenómeno de las adicciones, fue  calificado como una emergencia mundial durante décadas, y hoy se presenta como una pandemia con facetas múltiples y cambiantes.

El vacío de valores repercute especialmente en los jóvenes que, al no encontrar respuestas a sus justas preguntas sobre el significado de la vida, se refugian en la droga, en Internet o en el juego, recibiendo a cambio fragmentos de placeres efímeros, en lugar de anhelos de libertad y de felicidad verdadera.

En 16 estados de los Estados Unidos y en otros países, se ha optado por “legalizar” el consumo de cannabis, por ejemplo. Se ha hecho todo un mundo sofisticado en torno a su aceptación y se vende la idea de que su consumo recreativo es inocuo.

Sin embargo, expertos como Nora Volkov, directora del Instituto Nacional sobre el abuso de drogas de los EUA (NIDA), concluyen que aunque no todos los consumidores desarrollarán dependencia, se sabe que el 98 % de los consumidores de heroína iniciaron consumiendo cannabis. Afirman además, que la coincidencia de tres factores aumenta exponencialmente el riesgo de adquirir enfermedades como la esquizofrenia y otros tipos de psicosis. Dichos factores son: regularidad en el consumo, inicio en edades tempranas (15 años) y elevados contenidos de HTC (constituyente psicoactivo del cannabis).

Por otra parte, se sabe que el negocio legal de la marihuana genera 280 millones de dólares por impuestos tan solo en el estado de Colorado, más de los que generan juntos la venta de alcohol y de tabaco, ¡reditúa muy bien! Pero es curioso que por ley, lo que se recibe por este rubro se destina específicamente al sistema sanitario y a los servicios de atención a los drogadictos. Desde su legalización en estos estados, han aumentado los casos de suicidio, la violencia doméstica, las hospitalizaciones y muertes relacionadas con el narcotráfico.

Por supuesto que es un exitosísimo negocio la producción, venta y distribución de drogas. ¿Pero tenemos que enriquecernos a costa de tanto dolor? ¿Siendo creativos podríamos generar negocios que contribuyan al bien común? ¿No sería mucho mejor destinar recursos a la prevención? Parece utópico el tema, ¡pero depende de la suma de voluntades!. 

En palabras del cardenal Peter Turkson: Estamos llamados a cuidarnos unos a otros, por lo que «es importante promover una cultura de solidaridad y subsidiariedad orientada al bien común; una cultura que se oponga al egoísmo y a la lógica utilitaria y económica, y que, en cambio, se incline hacia el otro para escucharlo, en un camino de encuentro y relación con nuestro prójimo, sobre todo cuando es más vulnerable y frágil, como es quien hace abuso de drogas”.

El Papa Francisco enumeró algunos esfuerzos exitosos en la recuperación como los grupos llamados “cenáculos”, en donde Cristo reina y la vida en comunidad junto a los buenos hábitos están sanando y reconstruyendo vidas. También nos propuso algunas soluciones en materia de prevención: oportunidades de trabajo, educación, deporte, vida sana: este es el camino de la prevención de la droga, dijo. 

Si en nuestro entorno vemos crecer este fenómeno, no bajemos la guardia. ¡Hay tanto que hacer!

Consideremos serenamente estas recomendaciones del Papa y comprometámonos a actuar en el campo en que podamos hacerlo. Puedes influir en política con leyes que trabajen a favor de la prevención; en educación con campañas bien pensadas en promoción de valores y de ideales dignos; en el campo laboral generando empleo para jóvenes; en el deporte o el arte promoviendo torneos, exposiciones y contiendas que motiven a los jóvenes a usar su tiempo de forma creativa y sana; en tu familia, conviviendo con alegría, evitando los malos ejemplos, disfrutando de la naturaleza y sembrando cultura y fe. 

Todos estamos llamados a vivir con la dignidad de hijos amados de Dios. ¡Su rostro está en cada uno de nuestros hermanos! Por amor de Dios, trabajemos en la prevención y disminuyamos al mínimo el consumo de drogas y alcohol.

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