No somos conscientes de la cantidad de datos personales que circulan por ahí y que alimentamos continuamente con el uso de tarjetas o compras on-line, sin contar con los que proporcionamos en las redes sociales y al visitar las webs que visitamos para temas profesionales o por entretenimiento. En “la nube”, un concepto tan indefinido como inquietante, hay datos de lo que leemos, cómo nos vestimos, cuáles son nuestros hábitos alimenticios, dónde preferimos viajar, cuál es nuestro sueldo, hábitos de ahorro y capacidad de inversión, situación familiar, opiniones religiosas, deportivas, preferencias políticas, qué hacemos en nuestras vacaciones o tiempo libre, informes médicos y mucha más información. Si se reúne toda y se relaciona, pueden llegar a conocernos mejor que nosotros mismos.
Todo el conjunto de técnicas que procesan y gestionan esa ingente cantidad de datos que permite conocer, predecir y orientar el comportamiento de personas o grupos sociales constituye el mundo del Big Data, un concepto sobre el que se ha escrito mucho, casi siempre para calificarlo como invasivo, aunque las técnicas son éticamente neutras, su calificación vendrá de la utilización que se haga de ellas.
También las hermandades pueden utilizar técnicas similares a las del Big Data. Aquí la información a manejar no es sólo la que proporciona la base de datos de cada hermandad relativa a los hermanos, de la que se puede extraer información para atenderlos eficazmente en el cumplimiento de su misión, hay mucha más información interesante para las hermandades que no está protegida ni encriptada y es de fácil acceso. Sólo hay que levantar la cabeza y observar el entorno, que nos facilita continua información, sólo hay que identificarla, analizarla, sacar conclusiones y definir planes de acción.
¿Qué datos ofrece la observación de nuestra realidad social? Tras años de gobierno sin ideología definida el terreno ha sido ocupado por el relativismo, disfrazado de corrección política. Esto se manifiesta en ideología de género, nacionalismos exacerbados, aborto/eutanasia, igualitarismo por ley, manipulación educativa y terrorismo cultural, estatalización de la economía y política fiscal que lleva a un estado del bienestar empobrecedor que limita la libertad personal. Podríamos seguir añadiendo más datos observables, pero creo que es suficiente.
¿Qué deben hacer las hermandades con todas esas notas?, ¿cuáles deben ser los criterios para analizar ese Big Data y plantear propuestas de acción?
Una primera tarea es identificar el hilo conductor de todos esos datos, aparentemente inconexos, que convergen en una ideología profundamente asfixiante y conservadora, aferrada a un pasado idealizado, e incapaz de dar un salto hacia adelante; que se aferra a principios doctrinarios obsoletos y fracasados, obsesionados por el pasado, incapaces de preparar el futuro. Lo siguiente es despojarla de su falso barniz progresista. Fue muy significativo el desconcierto de la izquierda oficial ante la publicación de Feria, de Ana Iris Simón, autora considerada “progre”, en la que presentaba, con nostalgia, los valores tradicionales vividos en su pueblo y en su familia, gente sencilla, trabajadora y de izquierdas, y desmontaba los mitos del progresismo de salón.
El análisis de estos datos nos muestra una sociedad necesitada de un modelo de pensamiento articulado y centrado en la verdad, en la persona. Ésta es una tarea de todos, la batalla cultural no se libra sólo en los parlamentos, en los medios de comunicación o en las universidades, también en la sociedad civil, de la que forman parte las hermandades. Éstas han de ser no son sólo lugares de actividades y sentimientos, también espacios doctrinal y espiritualmente habitables, con proyección social.
Una sociedad serena y fundamentada es la que tiene un proyecto sostenido en ideas y es capaz de tomar decisiones arriesgadas que contemplen un horizonte lejano. Ni en la sociedad ni en la hermandad se pueden tomar decisiones para el corto plazo, buscando resultados inmediatos, que resultan incoherentes y contradictorias, porque no responden a un modelo de pensamiento, sino a la oportunidad del momento.
Para eso es necesario, como decíamos, estudiar el entorno, identificar las claves sociales y aplicarle criterios de análisis basados en los principios de la Doctrina Social de la Iglesia, con criterio propio, sin dejarse llevar por la corriente relativista. Las hermandades han de atreverse a ser progresistas, creer en la libertad, y participar activamente en la transformación de la sociedad.
Doctor en Administración de Empresas. Director del Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme Hermano Mayor (2017-2020) de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo, en Sevilla. Ha publicado varios libros, monografías y artículos sobre las hermandades.