Este año, la procesión del Corpus Christi presidida por el Santo Padre se celebró, por primera vez, en un barrio periférico de Roma, Casal Bertone. fue, por tanto, a poquísima distancia de via Facchinetti y de via Satta, las dos calles que debían acoger a las familias gitanas a las que el municipio había asignado alojamientos, y donde hace sólo pocos meses se habían producido episodios de gran tensión por este motivo, sobre los que día tras día había discutido violentamente el país entero.
Hasta hace dos años la procesión presidida por el Papa tenía lugar en el centralísimo itinerario que llevaba de San Juan De Letrán a Santa María Mayor, y bloqueaba el tráfico del centro. El año pasado se movió a Ostia, en la periferia de la diócesis: este año se hará en una periferia romana.
El proceso por el que el Papa ha modificado el sentido de la procesión viene de lejos. Desde el principio Bergoglio, a diferencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI, no quiso subir al camión junto al Santísimo, sino que caminaba a pie como todos.
Hace dos años la procesión se trasladó del jueves al domingo siguiente para no crear problemas de tráfico, por respeto a la sociedad civil. Finalmente, como he dicho, el año pasado –por si alguien todavía fuera capaz de creer que las acciones de Francisco responden a la improvisación y no a la puesta en práctica de una lógica rigurosa– se movió a la periferia de la diócesis.
Este año la procesión se organiza en una de las periferias más calientes de la metrópoli y parece que puede entenderse que desde ahora será cada año en una periferia diversa. Por otra parte, el núcleo del sentido de la procesión del Corpus Christi es mostrar que Cristo está presente no solo en los sagrarios de las iglesias, sino también en la vida cotidiana de la gente. n