Hay que dar gracias a Dios porque los españoles somos muy conscientes de lo que la Iglesia está haciendo en tantos países donde hay verdadero sufrimiento, pobreza, división…
Creo que no exagero que hasta las personas sin fe valoran en mucho el trabajo, la entrega, la vida de los misioneros que hay por el mundo.
Lo que creo que no es tan acertado es que se valora y agradece su trabajo, cuando lo que de verdad es importante es su presencia en aquellos lugares.
Los misioneros hacen muchas cosas por los demás, de tipo asistencial, educativo, médico… pero sobre todo ¡están!
Están con los que necesitan consuelo, con los que buscan un abrazo, con los que piden ser escuchados.
Están cuando ocurren catástrofes naturales y las viven con quienes son parte de su día a día, acompañan a los que hacen duelo por un ser querido que ha fallecido, miran con ternura a la madre que ve cómo su hijo ha sido encarcelado por algo malo que han hecho…
Los misioneros no son los que hacen mucho, sino los que comparten lo que son. Los que se entregan a sí mismos en las diferentes oportunidades que Dios les da. Son los que rezan por su pueblo: “Estos son los que aman a sus hermanos, ¡los que oran mucho por su pueblo!” (responsorio del Oficio de Pastores).
Por eso el lema de la Jornada de Infancia Misionera de este año es “Comparto lo que soy”. A los niños hay que abrirles los ojos para que descubran cuánto pueden hacer por los misioneros y por los niños que cuidan y atienden.
Por supuesto que el donativo que entregan es importante ¡y necesario! Pero ¡queremos dar un paso más! Su oración, su pequeño sacrificio ofrecido, su interés por leer su vida, sus cartas… son una forma preciosa de saberse misionero.
Queremos hacernos todos más conscientes de que la misión no es sólo dar (siendo esto necesario), es darse, es implicarse, es… ¡sentir la alegría de que Dios se apoya en cada uno de nosotros para hacer su misión.