El Papa Francisco hace su propia “diplomacia” con gestos tal vez sorprendentes y totalmente suyos. A ningún diplomático se le habría pasado nunca por la cabeza invitar el mismo día, cuando ya estaba programada la audiencia oficial a un Jefe de Estado, también a su principal opositor político.
Es lo que pasó el día 16 de diciembre 2016, cuando el Papa recibió en la misma mañana al presidente de Colombia Juan Manuel Santos y a Álvaro Uribe, el jefe de la oposición que ganó el referéndum popular por el que se rechazó el acuerdo entre el gobierno colombiano y los guerrilleros de las FARC.
Francisco había dicho que, en caso de victoria del acuerdo que pone fin a más de medio siglo de guerra civil, estaba dispuesto a viajar a Colombia y a hallarse presente en la fecha de la paz. El sorprendente resultado del referéndum del día 2 de octubre, que por un bajo porcentaje dijo “no” al acuerdo, había tenido el resultado de aplazar (algunos dicen cancelar) el viaje.
Pero el diálogo empezado entre Santos y Uribe fue la ocasión para que el presidente pidiera al Papa que no cancele la visita. Por eso Francisco, con una decisión inédita y sorpresiva de “diplomacia pastoral”, convocó en el Vaticano a Uribe el mismo día que Santos y, tras dos audiencias separadas, los tres –el Papa, el presidente y su opositor– se reunieron para dialogar.
En este difícil, pero nuevo clima en el sufrido camino de reconciliación y perdón, el viaje a Colombia ha vuelto a ser posible. Y parece que ahora se está empezando a trabajar en este sentido. Es temprano para anuncios oficiales, pero el país latinoamericano ha retomado su presencia entre los probables viajes de 2017.