Caridad y estado del bienestar

Reducir el fomento de la caridad exigido a las hermandades al ejercicio de acciones sociales realizadas sólo por solidaridad condena a las hermandades al papel de responsables subsidiarias del mantenimiento del estado del bienestar.

19 de noviembre de 2021·Tiempo de lectura: 3 minutos

No hace muchos años, en unos momentos en que se cuestionaba el papel de las hermandades, tuve ocasión de dirigir un estudio sobre la cuantía de las ayudas que éstas dedicaban a atenciones de caridad. Se limitaba a la ciudad de Sevilla y los resultados fueron sorprendentes para algunos: más de cinco millones de euros, y eso que el trabajo sólo  recogía las ayudas que eran cuantificables, las otras quedaban fuera al no poder traducirlas a euros;  pero ¿cuánto vale un abrazo?, «es la primera vez que alguien me da un abrazo a cambio de nada», le comentaba emocionada a un voluntario una señora que había tenido un pasado complicado. ¿Cómo se valora un rato de compañía a una persona que vive sola, sin que nadie se ocupe de ella? Esos intangibles no se contabilizaban en el estudio.

Tengo datos que  indican que si esta investigación se hiciera hoy, después de la crisis sanitaria, los resultados serían casi el doble, algo de lo que las hermandades pueden sentirse satisfechas, pues una de sus misiones es el fomento de la caridad, pero que encierra un peligro: reducir la caridad a cifras y creer que  cuanto mayor es el volumen de ayudas, más caritativa es una hermandad. Por este camino se corre el peligro de asimilar las hermandades a ONGs, por eso es oportuno aclarar las diferencias entre caridad, solidaridad y acción social, tres conceptos distintos, aunque complementarios.

 La Caridad es una virtud teologal, infundida por Dios en nuestra alma el día del bautismo (Fe, Esperanza y Caridad), aunque mantenerla y crecer en ella depende de nosotros mismos. Es la virtud por la que amamos a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a nosotros mismos  por amor a Dios, en tanto son queridos por Dios. La Caridad sólo se entiende  partir de Dios, que es Amor.  También el amor humano, vivido como donación total, libre y gratuita tiene la capacidad de llevar a la persona a su plenitud, hacerla feliz, porque lo que frustra una vida no es el dolor, es la falta de amor. 

La Solidaridad en cambio es una virtud humana, que adquirimos con nuestro esfuerzo y la gracia de Dios, para adecuar nuestro comportamiento al pleno desarrollo de nuestra condición humana.  Es la conciencia de estar vinculado a los demás a través de Dios, y la decisión de actuar en coherencia con esa mutua vinculación. “No es un sentimiento superficial por los males de tantas personas, cercanas o lejanas. Al contrario, es la determinación firme y perseverante de empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno. Tener conciencia de que todos somos  verdaderamente responsables de todos” (Juan Pablo II). Tiene su fundamento en la filiación divina. Todos somos hijos de Dios y compartimos la misma dignidad. Sólo así se entiende correctamente la Solidaridad, no con una visión horizontal, sino con la conciencia de estar vinculados, a través de Cristo, a los demás.

La Solidaridad no es asimilable a la Caridad. La Solidaridad es justicia, la Caridad es Amor. La justicia a secas no basta, la dignidad del hombre pide mucho más que justicia: pide Caridad, pide amor.  Amor al otro contenido en el amor a Dios.

Nos queda por último la Acción Social, una actividad, o una serie de actividades,  consistente  en la gestión, distribución y aplicación de los recursos materiales obtenidos a partir de la generosidad de los hermanos y colaboradores.

La acción social no es un fin en sí misma, eso sería asistencia social o filantropía: es la consecuencia del ejercicio de la Caridad por parte de los hermanos y  donantes y expresión de su Solidaridad.

Esta triple distinción aparece claramente expuesta en el Evangelio, en la multiplicación de los panes:

Cristo  sintió compasión por los que lo seguían ya que  llevaban tiempo sin comer: Caridad, amor de Dios.

Cuando los apóstoles le trasladan su preocupación  les propone: «Dadles vosotros de comer  es vuestra responsabilidad atender las necesidades de los demás»: Solidaridad.

A continuación los anima a gestionar esa atención: buscar recursos (consiguen  cinco panes y dos peces) y organizar el reparto de alimentos (hacer grupos de cincuenta, repartir y recoger): Acción Social.

Es importante tener claros estos conceptos. Reducir el fomento de la caridad exigido a las hermandades al ejercicio de acciones sociales realizadas sólo por solidaridad condena a las hermandades al papel de responsables subsidiarias del mantenimiento del estado del bienestar, lo que es tramposo y  desnaturaliza la misión de las hermandades.  

El autorIgnacio Valduérteles

Doctor en Administración de Empresas. Director del Instituto de Investigación Aplicada a la Pyme Hermano Mayor (2017-2020) de la Hermandad de la Soledad de San Lorenzo, en Sevilla. Ha publicado varios libros, monografías y artículos sobre las hermandades.

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