Durante el Ángelus del 6 de junio, el Papa mencionó el estremecedor descubrimiento de los restos de 215 niños, alumnos del Kamloops Indian Residential School, ocurrido unas dos semanas antes: es una noticia que ha traumatizado al pueblo canadiense y que fue calificada de “impactante” por el Papa. El internado indio de Kamloops -activo desde finales del siglo XIX hasta 1969- estaba situado en la Columbia Británica y llegó a ser el mayor internado de Canadá. Formaba parte de un sistema escolar que pretendía asimilar a los nativos a la cultura canadiense. Los niños eran separados de sus familias y trasladados a estas escuelas donde se les prohibía hablar la lengua de origen, a menudo eran abusados, maltratados, hasta el punto de que muchos de ellos pagaban con su vida su diferencia con la cultura de los colonizadores. Los obispos canadienses expresaron inmediatamente su dolor y manifestaron su disposición a colaborar en la investigación para aclarar la situación sin ninguna restricción.
Ese internado era una de las 139 instituciones que trabajaban, en nombre del gobierno de Canadá, para integrar a las comunidades indígenas en la sociedad. Se calcula que unos 150.000 niños de familias colonizadas pasaron por esas residencias: aunque la cifra podría ser mayor, entre 3.200 y 5.000 niños indígenas murieron allí, la mayoría de tuberculosis. Francisco dijo que el triste descubrimiento debe ayudarnos a aumentar nuestra conciencia del dolor y el sufrimiento del pasado y, en particular, a alejarnos del modelo colonizador (también de las colonizaciones ideológicas). Más allá de los intereses económicos, militares y raciales, el colonialismo implica la convicción de que es legítimo que una civilización “superior” se imponga a una “inferior”, con el agravante de que supone justificar la necesidad de conversiones forzadas.
El Papa destacó lo esencial que es hoy “caminar juntos en el diálogo y el respeto mutuo y en el reconocimiento de los derechos y valores culturales de todos y de todas”. Y esto se aplica no sólo a Canadá.