Mire. He visto a un hombre meter varias pilas gastadas en un buzón de reciclaje. Con mimo. Y hay que agacharse, porque la operación no es cómoda.
He visto también a una señora recogiendo los excrementos de su perro con ilusión –se nota, se siente– de que no queden restos sobre la acera. Y no había nadie cerca. Sólo yo miraba por la ventana.
He visto una chica joven que le ha dejado su asiento a una mujer embarazada. En el metro. Le ha cedido el sitio con una sonrisa y una pregunta. ¿De cuántos meses estás? De seis. Mucho ánimo. Guiño. Guiño.
He visto –de oídas– a Morat cantando en la consulta de un niño que necesita una médula. Al pequeño José María le hacía ilusión. Y fueron, a un directo. Sin prensa.
He visto a un caballero esmerándose en clasificar los retos de basura de su santo domicilio. Bolsas de colores. Cubos diversos. Un puzle sólo apto para personas con encanto.
He escuchado de refilón un “buenos días” a la kiosquera. Un “gracias” al señor que barre las calles de mi barrio. Un “faltaría más”, al farmacéutico. Un “cuídese”, al médico de familia. Un “mamá, te quiero con toda mi alma” más gesto de beso en una de las pocas cabinas de teléfonos que queda con vida en el planeta smartphone.
He visto cartas a mano que siguen cayendo en el buzón postal. Jóvenes en un asilo, con sus palabras bienintencionadas, escuchando sin cobrar. Cine social. Periodismo comprometido. Cultura activa contra las desigualdades, las libertades con burka, el consumismo sin alma y los pisamierdas del poder.
Hay pro-vidas que se dejan la idem por convertir los embarazos no deseados en futuros ilusionantes. Sin infiernos. Con corazón. Me lo cuentan: ahí, a puerta de calle, un sábado tras otro sábado de frío, calor, o indiferencia.
Hay protectores de animales que también se dejan la piel en el empeño de cuidar de la naturaleza.
He oído, visto, tocado y hablado con gente buena. Que no salen en los análisis estridentes de las sociedades contemporáneas, dónde emergen más los que matan, roban, y violan los derechos, cada vez con menos impunidad.
Gente buena, aunque Fito sólo cante a los truhanes. Aunque el telediario sea una morgue de humanismo descafeinado. Gente buena. Como usted.
¡Gente buena! Hay que decirlo más veces. Porque lo que vemos por la calle es más real que lo que echan por la tele. Blanca Navidad. Blancas navidades abiertas los 365 días del año. Su turno.
Periodista