Con frecuencia, en los últimos tiempos, me han hecho una pregunta a la que no me resulta fácil responder: “¿qué está pasando en Alemania?”.
Registrar algunos hechos es más o menos sencillo, pero es difícil sopesar su significado. Hace muy poco, un grupo de estudiantes me ha formulado esa pregunta, en concreto, después de haber leído las informaciones de los medios sobre la reciente acción en que algunos sacerdotes alemanes invitaron a las parejas homosexuales que lo desearan a recibir una bendición. La invitación ha querido manifestar rechazo a la comunicación de la Santa Sede del pasado 25 de marzo, que recordaba que los actos homosexuales son pecado y por eso no pueden ser bendecidos. Los promotores de la convocatoria habían considerado esa respuesta como “una bofetada en la cara” de quienes se ven obligados a defender “su manera de amar” y de los pastores o teólogos que “conceden la bendición de Dios en las situaciones decisivas de la vida”.
El día elegido para las bendiciones fue el 10 de mayo, o uno cercano a esa fecha, porque en el Lexikon ecuménico de los santos lo menciona como dedicado a Noé, y por tanto recuerda la alianza con el hombre que Dios selló con el signo del arcoíris, simbolizado en la bandera del movimiento homosexual.
Valoración compleja
Es difícil hacer una valoración de acontecimientos cuyo contexto está en situaciones históricas, culturales y eclesiales complejas. Lo facilita mucho el conocimiento directo de cada país; en relación con Alemania, es una suerte contar con las valiosas aportaciones en Omnes de nuestro corresponsal en Alemania José García, afincado allí desde hace muchos años; por ejemplo, en relación con este tema, vale la pena leer su artículo en este enlace. A pesar de eso, quizá sea posible hacerse una idea provisional de los efectos de la reciente acción de bendición.
Sus promotores no quisieron calificarla de “protesta”, aunque expresaba rechazo y reivindicación. En cuanto que iban dirigidos contra la Santa Sede y a enseñanza reafirmada por ella, ya se puede considerar cuestionable. Y si entre los que rechazan esta enseñanza se señala que la supuesta “rigidez” de la Iglesia en este punto de la doctrina puede alejar a muchos de ella, es obvio que lo mismo puede suceder cuando en la parroquia a la que acude quien habitualmente practica la fe cuelga una enorme bandera con el arcoíris o la celebración de la Misa está dominada por ese signo, como está sucediendo en las últimas semanas en distintos lugares.
Una acción sin respuesta masiva
Sin embargo, los efectos pueden no haber sido todo lo negativos que podría pensarse. Hay que anotar que la acción no ha tenido una respuesta tan masiva. Al final, en los días que ha durado la acción han sido unos 100 sacerdotes en todo el país los que han impartido la bendición a parejas homosexuales. No todos lo han hecho en parroquias; había también capellanías, filiales, etc. Y no solamente acudieron parejas homosexuales, sino también otras que quisieron solidarizarse y, como decía la página web de los organizadores, “hacer visible cuántas personas en la Iglesia sienten como un enriquecimiento y una bendición la múltiple variedad de los diversos proyectos de vida y de historias de amor de las personas”.
Otro dato es que, en la situación de tensión que se está viviendo en el interior de la Iglesia en Alemania, en esta ocasión el Presidente de la Conferencia Episcopal, Mons. Georg Bätzing, ha serenado los ánimos, se ha distanciado de la convocatoria y de esta manera ha contribuido a evitar una “escalada” en el enfrentamiento sobre este punto en particular.
Para entender por qué esa actitud merece aprecio, basta considerar que el propio Bätzing fue crítico cuando la Congregación para la Doctrina de la Fe hizo pública su respuesta a la consulta sobre la posibilidad de bendiciones de ese estilo, y señaló la necesidad de “desarrollar” la doctrina católica en esta cuestión, “sobre la base de las verdades fundamentales de la fe y la moral, de los progresos de la reflexión teológica y asimismo de la apertura a los nuevos hallazgos de las ciencias humanas y de las situaciones de las personas de hoy”.
En esta ocasión, sin embargo, el 28 de abril declaró que consideraba que tales acciones públicas “no son una señal útil ni marcan el camino a seguir”, pues las bendiciones litúrgicas tienen “su propio significado y su propia dignidad”. Es la línea de prudencia que han seguido casi todos los demás obispos. Posiblemente era una buena señal, relajando la tensión no sólo en vista de la convocatoria del día 10, sino también el clima general. No parece que se quiera llegar a un desbordamiento, cuando algunos han manifestado su temor una posible separación o cisma.
Por su parte, el Camino Sinodal, que en diversos asuntos parece jugar con fuego, está discurriendo de manera contenida, más como un intento de proponer reformas, también de contenido y por tanto legítimas o no, pero sin deseos de forzar la tensión más allá de lo tolerable. En el marco de este último (el Camino Sinodal), la próxima renovación en la presidencia del Comité Central de los Católicos Alemanes, coorganizador del proceso junto con la conferencia Episcopal, puede aportar también alguna señal para el curso futuro de las cosas.