La armonía de los tres lenguajes

El Papa Francisco habla en "Dilexit Nos" de la armonía de los tres lenguajes: cabeza, corazón y manos. Que yo piense lo que siento y lo que hago; que yo sienta lo que hago y lo que pienso; que yo haga lo que pienso y lo que siento.

18 de noviembre de 2024·Tiempo de lectura: 3 minutos
Gemelos

(Unsplash / Fallon Michael)

Recibí un mensaje de Miguel. Comentando la foto de su familia -en la que aparecían él, su esposa y sus tres hijos- escribió: “Doy gracias a Dios, que escuchó mi clamor, hoy estamos unidos y conviviendo en armonía; superé mi adicción, mi familia pudo perdonarme, mi corazón ya está consagrado al de Jesús. Un día pensé que la única solución a nuestros pleitos era separarnos. Hoy me doy cuenta que esta era una salida falsa, una que el mundo propone porque se cree que todo es desechable, incluso las personas. Gracias al cielo salí de mi error, sentí el amor de Dios, trabajé en mi superación personal, y con Su ayuda, con Su amor, he podido salir adelante; pude cambiar por amor a Él y a los que me dio para amar”.

En un mundo consumista y superficial, es crucial volver a la esencia del corazón para encontrar el sentido de la vida. El Papa Francisco en su reciente encíclica “Dilexit Nos”, nos convoca a emprender un viaje a las entrañas del propio corazón y generar así un milagro social. Nos recuerda que el Divino Corazón de Jesús está encendido de amor por la humanidad y nos llama a amar, a abrirnos al prójimo; a rechazar el estilo de vida hedonista que prevalece en nuestra realidad secular.

Nos invita a reconocer nuestra esencia, a ser coherentes con nuestro diseño original. El Papa habla de la armonía de los tres lenguajes: cabeza, corazón y manos. Que yo piense lo que siento y lo que hago; que yo sienta lo que hago y lo que pienso; que yo haga lo que pienso y lo que siento. Sinceridad para amar, sinceridad para ser felices.

Y para recuperar la centralidad del amor en nuestras vidas, debemos preguntarnos sinceramente: ¿creo?, ¿existe Dios?, ¿hay vida eterna?

El diálogo de los gemelos

El siguiente diálogo imaginario propuesto por el filósofo francés Jacques Salomé, nos puede ayudar a encontrar nuestras respuestas. 

Él nos sugiere pensar que un par de gemelos dentro del vientre materno conversan así: 

– Gemelo A: ¿Crees en la vida después del parto?
– Gemelo B: Por supuesto. Es obvio que la vida después del parto existe. Estamos aquí para fortalecernos y prepararnos para lo que nos espera más allá.
– Gemelo A: A mí me parece una locura. ¡No hay nada después del parto! ¿Cómo imaginar una vida fuera del útero?
– Gemelo B: Bueno, hay muchas historias sobre «el otro lado»… Dicen que hay mucha luz, mucha alegría y emociones, miles de cosas por vivir… Por ejemplo, parece que allí comeremos con la boca.
– Gemelo A: ¡Todo esto no tiene sentido!. Tenemos nuestro cordón umbilical y eso es lo que nos alimenta. Todos los bebés lo saben. ¡Ninguno come por la boca! Y, por supuesto, nunca ha habido un testimonio de esta otra vida… Para mí, todas estas son historias de personas ingenuas. La vida simplemente termina en el parto. Así es, hay que aceptarlo.
– Gemelo B: Bueno, déjame pensar lo contrario. Cierto que no sé exactamente cómo será esta vida postparto, y no podría demostrarte nada. Pero me gusta creer que en la próxima vida fuera del útero veremos a nuestra Madre y ella nos cuidará.
-Gemelo A: ¿»Madre»? ¿Quieres decir que crees en «Madre»? Ah! ¿Y dónde está ubicada?
-Gemelo B: ¡Madre está en todas partes, la siento en todo mi ser!. Existimos gracias a la Madre que nos da vida y es gracias a ella que vivimos. Sin ella, no estaríamos aquí.
-Gemelo A: ¡Esto es absurdo! Nunca he visto a ninguna Madre, así que es obvio que ella no existe.
-Gemelo B: No estoy de acuerdo. A veces cuando todo está en calma, yo percibo el mundo de Madre, escucho susurros cuando nos habla, música cuando nos canta. No me dirás que no sientes cuando acaricia nuestro mundo. Estoy seguro de que nuestra vida real comenzará después del parto…

Anhelo de Dios

Llevamos inscrito en el corazón nuestro anhelo de Dios. Ser coherentes con este llamado es esencial para sentirnos plenos, capaces de recibir y dar amor.

Busquemos sinceramente estas respuestas y, convencidos, abramos nuestra mente para recibir la Palabra de Dios como lo que es, y actuar en consecuencia.

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