Sin dudarlo ni un segundo, el alumno levantó la mano para preguntar. Se le veía agitado, como si mi explicación le hubiera resultado incómoda. Y con cierta vibración en la voz me interpeló con una pregunta que no me esperaba:
-Profesor -dijo, manteniendo el respeto en todo momento- ¿por qué dice constantemente “antes de Cristo” y “después de Cristo” ?, ¿no sería mejor decir “en la era común”?
En mi defensa diré que no me había pasado nunca. En español no es frecuente el uso de esa terminología y desde luego, no me esperaba que un estudiante universitario se preocupara de tal cuestión. Pero yo no desaprovecho ninguna oportunidad de entrar en conversación con alguien que muestra interés. El desinterés sí que no sé cómo afrontarlo, pero discutir ha sido siempre una de mis aficiones.
-El año cero no existe- respondí, todavía pensando en la mejor forma de contestar a la pregunta de mi interlocutor-, Y eso no tiene mucha lógica. Pero es algo muy humano. Déjenme que me explique.
“Las civilizaciones griega y romana están en la base de la cultura moderna, pero tenían una gran tara en su sistema científico, desconocían el número cero. El número cero es arbitrario en cierta medida, y desconocerlo no frenó a Aristóteles en su filosofía ni a Virgilio en su épica. Pero es cierto que ese dispositivo tecnológico supone un avance indudable para las culturas que lo poseen. Ni Roma ni Grecia conocían el número cero, y así su desarrollo algebraico estaba capado.
Cristo, ¿punto de referencia?
Volviendo a la pregunta de mi alumno. La idea de que la historia tiene un punto de referencia y que ese momento es el nacimiento de Jesús de Nazaret es arbitraria en muchos sentidos. Aún peor: la demarcación de ese año exacto es errónea y hace tiempo que lo sabemos. Dionisio el Exiguo invirtió muchas energías en recomponer la línea temporal que le llevó a concluir el año exacto del Nacimiento de Cristo, pero ahora sabemos que sus cálculos eran erróneos, o por lo menos imprecisos, en unos 6 años. Jesús de Nazaret nació en el año seis antes de Cristo”.
La conversación se estaba animando. El año cero no existe y Jesús nació en el año seis antes de Cristo, pero insisto en usar la terminología “antes de Cristo” para los eventos ocurridos hace más de 2023 años. Mis compañeros de habla inglesa tienden, cada vez más, a usar la nomenclatura “common era” para referirse a las fechas antes y después de Cristo. Y así es frecuente encontrar las siglas BCE o CE (before Common Era / Common Era) en lugar de las tradicionales BC/AD (before Christ / anno Domini). Era patente que esa era la idea subyacente a la pregunta de mi alumno.
Analizando el proceso de transición que lleva a cada vez más especialistas a usar common era en lugar del clásico “año del Señor”, descubrimos que no es un proceso arbitrario. La tensión en la voz de mi alumno estaba provocada, como él mismo reconoció más adelante, en una sensación de que usar “antes de Cristo” resultaba inapropiado en un contexto científico. Además, esa referencia cristo-céntrica es poco inclusiva: muchos de los estudiantes, y de la comunidad científica en sentido amplio, no reconocen en Jesús de Nazaret al Salvador.
Legítima secularización
No se trata de un proceso arbitrario, pero tampoco nuevo. Hace casi un cuarto de siglo, el Secretario General de las Naciones Unidas decía: “Hay tanta interacción entre personas de diferentes religiones y culturas, diferentes civilizaciones, si se quiere, que es necesaria una forma compartida de calcular el tiempo. Y así, la Era Cristiana se ha convertido en la Era Común” (“Common Values for a Common Era”, Kofi A. Anan, en “Civilization: The Magazine of the Library of Congress”, 28 June 1999). El globalmente respetado Kofi Anan reclama la “Era Común”, y encuadra su propuesta en un proceso de universalización de la cultura cristiana.
En otros ámbitos ese proceso de “apertura” que se aplica a la tradición cristiana ha recibido el nombre de inclusividad, o el de legítima secularización. Un exponente, en cierta medida radical, de esa consideración es el aclamado historiador e investigador Yuval Noah Harari. Digo radical porque en sus discursos no se refrena al categorizar a las religiones como una pura invención humana y como una herramienta para el control. Dice el historiador israelí que: “nosotros usamos el lenguaje para crear mitología y leyes, para crear dioses y dinero, para crear arte y ciencia (…). Los dioses no son una realidad biológica o física. Los dioses son algo que los humanos han creado a través del lenguaje, contando leyendas y redactando escrituras” (Y. N. Harari, Discurso “AI and the Future of Humanity”. Frontiers Forum, Montreux, 29 de abril de 2023. La transcripción y traducción son mías).
Borrar a Cristo de la cultura
La lógica de este proceso de secularización es evidente, y se podría resumir de este modo: si los hombres y mujeres hemos sido los inventores de las religiones, y esas tradiciones no son físicas o biológicas, se convierten en herramientas de control, y por ende, deben ser erradicadas. No solo en general, sino en los específico, en las huellas culturales más sutiles… lo que nos lleva de vuelta al “antes/después de Cristo”. Sustituir esa expresión por una menos culturalmente marcada.
Mi interlocutor estaba enganchado a nuestra conversación. Nos estábamos entendiendo. Este alumno universitario consideraba su responsabilidad, limpiar el discurso público de las marcas exclusivistas del lenguaje culturalmente cristiano: así -pensaba él- el discurso se hace más inclusivo, respetuoso y menos cristocéntrico.
Inclusividad
Era este el momento para que yo plantease la cuestión que iba a invertir la dirección de la conversación: ¿Es verdaderamente inclusivo sustituir “aC” por “CE”? ¿para qué sirve? Si queremos ver un ejemplo claro de inclusividad cultural en el ámbito de los calendarios, el mejor ejemplo que puedo encontrar es la semana en las culturas cristianas: Son siete días, como los días de la creación según la tradición judía. Uno de los días es el sábado (por el Shabbat judío), el siguiente es el domingo (dies Dominicae, por la resurrección de Cristo, el Dominus), pero el día anterior es el viernes, del latín dies Veneris (el día de Venus) por la diosa romana, y comenzamos la semana el lunes, día de la luna.
En inglés es incluso más interesante, pues los dioses nórdicos hacen su entrada en una semana de origen judía en una época de claras marcas cristianas: Thursday, día de Thor, y Friday, día de Freya, conviven con el domingo, día del sol (Sunday) y el sábado que toma su origen de la tradición romana (Saturday, día de Saturno).
En contraste con ese proceso inclusivista e integrador que cristaliza en la semana en Occidente, eliminar el nombre de Cristo de las referencias temporales no solo resulta a todas luces inútil (el año 1592 después de Cristo y el año 1592 de la era común, son la misma fecha), sino que además presenta una muestra de erosión cultural: eliminar una referencia tradicional y cultural es poco inclusivo, pues, al menos, excluye a aquellos que identifican sus raíces con una tradición y cultura específica. De nada sirve una inclusividad que elimina las diferencias.
La inteligencia humana y la IA
Ser consciente de estos detalles nos hace muy humanos. En este contexto, estamos llamados a un liderazgo más humano en tiempo de Inteligencia Artificial (como dice Jesús Hijas en sus obras). La omnipresente IA nos gana al ajedrez, y pronto a la bolsa. Nos va a ganar siempre en la velocidad de proceso, en la precisión y en el alcance de las tareas que realice.
El ser humano, en cambio, destaca en su empatía y autoconciencia. Habilidades que conviene desarrollar especialmente. Colaborando así, la inteligencia humana y la inteligencia artificial, sin eliminar sus diferencias, sino protegiéndolas y desarrollándolas es el camino del éxito, en el año 2023 después de Cristo y en los años que lo seguirán.
Co-fundador, Director Ejecutivo CRETIO Foundation